Sólo Catar, que apoya a la cofradía, y Túnez, cuyo partido de gobierno emana de la misma esfera ideológica, condenaron con fuerza la violencia que dejó el miércoles cerca de 600 muertos en Egipto, según un balance oficial.
Por su parte, el rey Abdalá de Arabia Saudita proclamó el viernes su apoyo a las autoridades egipcias "contra el terrorismo" e hizo un llamado a "los egipcios, los árabes y los musulmanes a oponerse a todos aquellos que intentan desestabilizar Egipto".
"Todas las monarquías del Golfo, a excepción de Catar, así como Jordania y otros países árabes, temen que la revuelta de los Hermanos Musulmanes se exporte a sus países", afirma Khattar Abu Diab, profesor de la Universidad Paris-Sud.
"Por esta razón, estos países esperan un regreso al esquema tradicional de un poder fuerte en Egipto", añade este especialista del mundo árabe.
El ejército egipcio, en el poder desde 1952 hasta la caída de Hosni Mubarak, derrocó a principios de julio al presidente islamista Mohamed Mursi, primer presidente electo democráticamente un año antes, y formó un gobierno interino.
La mayoría de los países árabes, con Arabia Saudita a la cabecera, "observaron con desagrado la creciente importancia de Turquía y de Irán en todos los asuntos relacionados con el mundo árabe. El apoyo de Arabia Saudita (al nuevo) régimen egipcio muestra su deseo de instaurar un nuevo sistema regional puramente árabe y sobre bases más tradicionales ", indica Abu Diab.
Turquía, cuyo gobierno emana del movimiento islamista, ha consolidado su influencia en el mundo árabe desde que estalló la Primavera Árabe, en 2011, que dio pie a la caída de regímenes dictatoriales como el de Mubarak.
Irán por su parte ha reforzado sus vínculos con el régimen sirio de Bashar al Asad y establecido relaciones con los Hermanos Musulmanes de Egipto.
"Guerra Fría árabe"
Lo que ocurrió en Egipto "es el resultado de un grave problema regional, que se asemeja a un tipo de 'Guerra Fría' árabe, y está claro qué lado está ganando", afirma Shadi Hamid, experto de Oriente Medio del Brookings Doha Center.
Según este analista, los vencedores son Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, principales apoyos del nuevo gobierno egipcio, en detrimento de Catar y de los Hermanos Musulmanes.
Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos "estaban más que satisfechos con el golpe de Estado en Egipto, ya que beneficia sus intereses y representa un golpe contra sus rivales más peligrosos, los Hermanos Musulmanes", añade este experto.
Las relaciones entre Arabia Saudita y los Hermanos Musulmanes, que fueron buenas durante tres décadas, empezaron a degradarse con la primera guerra del Golfo, en 1990, cuando la cofradía criticó al reino por haber autorizado bases estadounidenses en su territorio.
Sus relaciones se deterioraron aún más tras los atentados del 11 de septiembre 2001 en Estados Unidos.
En aquel entonces, Arabia Saudita había acusado a los Hermanos Musulmanes de estar en el origen de la ideología yihadista y el ministro del Interior del reino, el príncipe Nayef, declaró públicamente en 2002 que "todos los grupos extremistas emanan de los Hermanos Musulmanes".
"Para los emiratíes y los sauditas, los Hermanos Musulmanes tienen ambiciones regionales que pueden ser peligrosas para las monarquías del Golfo", estima Stéphane Lacroix, profesor en el Instituto de Ciencias Políticas de París y especialista del movimiento de los Hermanos Musulmanes.
"Esas monarquías estiman que es más beneficioso para ellos tener dictaduras en lugar de regímenes democráticos, que son demasiado inestables e imprevisibles según ellos", añade el analista.
Lo que Riad no perdona a los Hermanos Musulmanes es que se hayan acercado al Irán chiita, el principal rival del reino sunita en el Medio Oriente, estima Lacroix.
"Ambos países se disputan la supremacía en la región, y para Riad, Teherán es su rival número uno", agrega.