Imagen de la película Amigo, de John Sayles
Tras la inauguración del Festival con "Chicogrande", filme del mexicano Felipe Cazals sobre la entrada de tropas estadounidenses en México para capturar a Pancho Villa, "Amigo" vuelve a los uniformes, esta vez en 1898 en Filipinas durante la guerra filipino-estadounidense y después de que España perdiera esa colonia.
Una guarnición del ejército estadounidense desembarca en un poblado de la selva y tiene que convivir con sus habitantes y a la vez enfrentarse a los insurgentes escondidos.
"Lo que me interesa de esta época de la historia de Estados Unidos es que en este conflicto filipino-americano están las raíces de nuestra historia del siglo XX pero todos los elementos, imperialismo, racismo, están más abiertos, más crudos en esta época", explicó Sayles, director de "Lone Star" y "Hombres armados".
"Ahora estas raíces de racismo y de verse como un héroe en una situación no heroica están mucho más escondidas", estimó Sayles, de 59 años, para quien es "inevitable establecer paralelos entre 'Amigo' y lo que sucedió en Vietnam, Afganistán o Cisjordania, algunos lugares de la Unión Soviética o Chechenia".
Al mismo tiempo "quería hacer esta película porque nadie en Filipinas ni en Estados Unidos sabe nada de esta historia", explicó la productora, Maggie Renzi, pareja de Sayles.
El filme, que compite con otros 14 por la Concha de Oro, se filmó en inglés, tagalo y español. Sayles se documentó para recrear unos personajes españoles que reflejaran que "era el final del imperio".
"Los españoles en Filipinas se sentían abandonados por el gobierno español, todos los soldados y los recursos se habían ido a Cuba" y "los soldados y los curas empezaron a luchar entre ellos", "en un día perdieron la guerra contra los americanos", "se sintieron traicionados desde muchos lados", explicó.
El director, que más que considerarse el "padre" ya es el "abuelo" del cine independiente, se mostró pesimista ante el futuro del sector.
"Ahora los filmes independientes están en pantalla menos tiempo que antes y por eso no podemos conseguir dinero para nuestras películas, hay muy pocos distribuidores", "la audiencia es menor" y "los jóvenes de hoy no tienen interés" por este tipo de cine, lamentó.
Este jueves también se presentó a competición "Aita" (padre, en lengua vasca), un personal filme del español José María de Orbe que crea una ficción con personajes y elementos reales: una casona vacía que heredó De Orbe en el País Vasco, contigua a una iglesia y cuidada por un guarda que dialoga con el cura.
El paso de las estaciones y de la luz por sus paredes, los encuentros del guarda con el cura y otras visitas desfilan por la pantalla en un filme rodado durante tres años en diferentes épocas del año "para encontrarle la esencia a la casa", según el director, que lo dedica a su hijo.
"La película está más cerca de las formas de trabajo de las artes plásticas que de las formas convencionales del cine", explicó De Orbe, que mezcla imágenes de la casa con filmaciones más antiguas realizadas en el País Vasco en blanco y negro para "establecer puentes" entre ambas.
"No hay ninguna improvisación; hay una elaboración diaria", "una búsqueda", explicó.
No hay dirección de arte, se trabaja con luz natural y las imágenes de las viejas paredes de la casa "recuerdan a Rothko, Tapies, Caravaggio, Ribera", lo que responde a un "gusto estético" de Orbe, que también es artista plástico, apuntó el productor, Lluís Miñarro.
El filme "parte de un concepto artesanal de elaboración" y con ella se quiere "reivindicar que siga existiendo un tipo de mirada diferente al cine hegemónico", defendió.
Una guarnición del ejército estadounidense desembarca en un poblado de la selva y tiene que convivir con sus habitantes y a la vez enfrentarse a los insurgentes escondidos.
"Lo que me interesa de esta época de la historia de Estados Unidos es que en este conflicto filipino-americano están las raíces de nuestra historia del siglo XX pero todos los elementos, imperialismo, racismo, están más abiertos, más crudos en esta época", explicó Sayles, director de "Lone Star" y "Hombres armados".
"Ahora estas raíces de racismo y de verse como un héroe en una situación no heroica están mucho más escondidas", estimó Sayles, de 59 años, para quien es "inevitable establecer paralelos entre 'Amigo' y lo que sucedió en Vietnam, Afganistán o Cisjordania, algunos lugares de la Unión Soviética o Chechenia".
Al mismo tiempo "quería hacer esta película porque nadie en Filipinas ni en Estados Unidos sabe nada de esta historia", explicó la productora, Maggie Renzi, pareja de Sayles.
El filme, que compite con otros 14 por la Concha de Oro, se filmó en inglés, tagalo y español. Sayles se documentó para recrear unos personajes españoles que reflejaran que "era el final del imperio".
"Los españoles en Filipinas se sentían abandonados por el gobierno español, todos los soldados y los recursos se habían ido a Cuba" y "los soldados y los curas empezaron a luchar entre ellos", "en un día perdieron la guerra contra los americanos", "se sintieron traicionados desde muchos lados", explicó.
El director, que más que considerarse el "padre" ya es el "abuelo" del cine independiente, se mostró pesimista ante el futuro del sector.
"Ahora los filmes independientes están en pantalla menos tiempo que antes y por eso no podemos conseguir dinero para nuestras películas, hay muy pocos distribuidores", "la audiencia es menor" y "los jóvenes de hoy no tienen interés" por este tipo de cine, lamentó.
Este jueves también se presentó a competición "Aita" (padre, en lengua vasca), un personal filme del español José María de Orbe que crea una ficción con personajes y elementos reales: una casona vacía que heredó De Orbe en el País Vasco, contigua a una iglesia y cuidada por un guarda que dialoga con el cura.
El paso de las estaciones y de la luz por sus paredes, los encuentros del guarda con el cura y otras visitas desfilan por la pantalla en un filme rodado durante tres años en diferentes épocas del año "para encontrarle la esencia a la casa", según el director, que lo dedica a su hijo.
"La película está más cerca de las formas de trabajo de las artes plásticas que de las formas convencionales del cine", explicó De Orbe, que mezcla imágenes de la casa con filmaciones más antiguas realizadas en el País Vasco en blanco y negro para "establecer puentes" entre ambas.
"No hay ninguna improvisación; hay una elaboración diaria", "una búsqueda", explicó.
No hay dirección de arte, se trabaja con luz natural y las imágenes de las viejas paredes de la casa "recuerdan a Rothko, Tapies, Caravaggio, Ribera", lo que responde a un "gusto estético" de Orbe, que también es artista plástico, apuntó el productor, Lluís Miñarro.
El filme "parte de un concepto artesanal de elaboración" y con ella se quiere "reivindicar que siga existiendo un tipo de mirada diferente al cine hegemónico", defendió.