El servicio secreto español no comunicó al jefe de su antena en Nador (noreste de Marruecos) el motivo de esa decisión, que ponía fin a año y medio de estancia en esa ciudad colindante con Melilla.
La salida precipitada del agente, suboficial del Ejército y con una larga experiencia en el País Vasco, responde a una exigencia de Rabat. "En la práctica, equivale a una expulsión", afirma una fuente conocedora del incidente.
Al hombre del CNI en Nador, que está adscrito como agregado al Consulado de España en la ciudad, le hubiese gustado alargar tres meses su estancia antes de regresar a Madrid. Sus hijos hubiesen podido así acabar el año escolar. No se le ha permitido. Los marroquíes tenían prisa. Marruecos es el país al que el CNI consagra más esfuerzos. Cuenta con un pequeño equipo en Rabat y agentes, a veces hasta dos, adscritos a los otros seis consulados de España, además de una red de confidentes locales. Los movimientos islamistas, moderados y radicales, constituyen el principal centro de atención de los espías españoles.
La Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), el espionaje exterior marroquí, rehusó explicar a este corresponsal por qué había exigido la salida del agente del CNI.
El servicio secreto español declinó también comentar la iniciativa de la DGED, que dirige Yassin Mansouri, de 46 años, hombre de confianza del rey Mohamed VI, con el que compartió pupitre en el Colegio Real de Rabat.
La clave está probablemente en las convulsiones que desde principios de año agitan el Rif, la mayor área de exportación de hachís del mundo después de Afganistán. Nada menos que 109 personas han sido detenidas y procesadas en Marruecos entre enero y febrero por tráfico de droga -76 son militares y policías-, tras la mayor redada de la historia del país.
Chakib al Khayari, que encabezaba en Nador la pequeña Asociación Rif Derechos Humanos , denunció, sin embargo, que la operación policial se quedaba corta porque no alcanzaba a los cerebros del narcotráfico que anidan en la cúpula del aparato del Estado.
Este militante rifeño es un personaje conocido por todos aquellos, periodistas y miembros de ONG extranjeras, que han trabajado en Nador. Era servicial, eficaz y vivía muy modestamente.
Solía sentarse con sus visitantes en un polvoriento cibercafé de su ciudad y les enseñaba en Google Maps la ubicación de las lanchas rápidas que transportan el hachís a las costas españolas o se apostaba con prismáticos al atardecer en la orilla de Mar Chica, la laguna salada que baña Nador, para divisar cómo cargaban con droga los fueraborda.
Al Khayari fue detenido el 18 de febrero de madrugada e ingresó en prisión. Está procesado por atentar contra las instituciones encargadas de la lucha contra el narcotráfico, según un comunicado de la fiscalía de Casablanca que suscitó la reprobación de buena parte de la sociedad civil marroquí.
Se le considera además sospechoso, prosigue el texto del ministerio público, de "recibir dinero del extranjero para llevar a cabo una campaña mediática para desacreditar los esfuerzos desarrollados por las autoridades marroquíes en la lucha contra el tráfico de droga".
¿Quién le habría entregado esos fondos? Tras describir, el viernes en portada, la investigación efectuada en Nador por un equipo de la DGED, el diario de Casablanca As Sabah indicaba que "un servicio extranjero recluta en la zona del Rif". Además, "un activista de derechos humanos cobra de una parte extranjera".
Días antes, Al Obour Assahafi, una publicación de Nador reputada por recoger confidencias de los servicios marroquíes, había acusado al Consulado de España en la ciudad, al que está adscrito el agente, de fomentar actividades "subversivas".
En claro, Chakib al Khayari habría recibido fondos del espía español en Nador cuya expulsión Rabat acaba de ordenar. ¿Con qué objetivo? Empañar la enorme movilización policial marroquí contra el narcotráfico.
Una fuente autorizada del CNI, el único servicio secreto extranjero con presencia en esa zona de Marruecos, desmintió ayer a este periódico haber financiado al militante de derechos humanos.
El episodio demuestra hasta qué punto, pese a la luna de miel política que viven las autoridades de ambos países, "la relación cotidiana hispano-marroquí sigue impregnada de recelos y desconfianza", señala un diplomático español.
En Ceuta, la DGED marroquí también encontró motivos de descontento. Su jefe, Mansouri, se quejó a Alberto Saiz, el director del CNI, en noviembre de 2007, del apoyo brindado por las autoridades españolas al tablig. Esta rama del islam, de origen indio, ha mermado la influencia en la ciudad de los musulmanes de rito malekita, fieles a Rabat.
La expulsión del jefe de la antena del CNI en Nador no es la única que ha padecido recientemente el servicio secreto español en el Magreb. Su delegada en Túnez, una mujer, tuvo que hacer las maletas apresuradamente en 2007 después de mantener relaciones "demasiado estrechas" con los defensores locales de los derechos humanos.
La salida precipitada del agente, suboficial del Ejército y con una larga experiencia en el País Vasco, responde a una exigencia de Rabat. "En la práctica, equivale a una expulsión", afirma una fuente conocedora del incidente.
Al hombre del CNI en Nador, que está adscrito como agregado al Consulado de España en la ciudad, le hubiese gustado alargar tres meses su estancia antes de regresar a Madrid. Sus hijos hubiesen podido así acabar el año escolar. No se le ha permitido. Los marroquíes tenían prisa. Marruecos es el país al que el CNI consagra más esfuerzos. Cuenta con un pequeño equipo en Rabat y agentes, a veces hasta dos, adscritos a los otros seis consulados de España, además de una red de confidentes locales. Los movimientos islamistas, moderados y radicales, constituyen el principal centro de atención de los espías españoles.
La Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), el espionaje exterior marroquí, rehusó explicar a este corresponsal por qué había exigido la salida del agente del CNI.
El servicio secreto español declinó también comentar la iniciativa de la DGED, que dirige Yassin Mansouri, de 46 años, hombre de confianza del rey Mohamed VI, con el que compartió pupitre en el Colegio Real de Rabat.
La clave está probablemente en las convulsiones que desde principios de año agitan el Rif, la mayor área de exportación de hachís del mundo después de Afganistán. Nada menos que 109 personas han sido detenidas y procesadas en Marruecos entre enero y febrero por tráfico de droga -76 son militares y policías-, tras la mayor redada de la historia del país.
Chakib al Khayari, que encabezaba en Nador la pequeña Asociación Rif Derechos Humanos , denunció, sin embargo, que la operación policial se quedaba corta porque no alcanzaba a los cerebros del narcotráfico que anidan en la cúpula del aparato del Estado.
Este militante rifeño es un personaje conocido por todos aquellos, periodistas y miembros de ONG extranjeras, que han trabajado en Nador. Era servicial, eficaz y vivía muy modestamente.
Solía sentarse con sus visitantes en un polvoriento cibercafé de su ciudad y les enseñaba en Google Maps la ubicación de las lanchas rápidas que transportan el hachís a las costas españolas o se apostaba con prismáticos al atardecer en la orilla de Mar Chica, la laguna salada que baña Nador, para divisar cómo cargaban con droga los fueraborda.
Al Khayari fue detenido el 18 de febrero de madrugada e ingresó en prisión. Está procesado por atentar contra las instituciones encargadas de la lucha contra el narcotráfico, según un comunicado de la fiscalía de Casablanca que suscitó la reprobación de buena parte de la sociedad civil marroquí.
Se le considera además sospechoso, prosigue el texto del ministerio público, de "recibir dinero del extranjero para llevar a cabo una campaña mediática para desacreditar los esfuerzos desarrollados por las autoridades marroquíes en la lucha contra el tráfico de droga".
¿Quién le habría entregado esos fondos? Tras describir, el viernes en portada, la investigación efectuada en Nador por un equipo de la DGED, el diario de Casablanca As Sabah indicaba que "un servicio extranjero recluta en la zona del Rif". Además, "un activista de derechos humanos cobra de una parte extranjera".
Días antes, Al Obour Assahafi, una publicación de Nador reputada por recoger confidencias de los servicios marroquíes, había acusado al Consulado de España en la ciudad, al que está adscrito el agente, de fomentar actividades "subversivas".
En claro, Chakib al Khayari habría recibido fondos del espía español en Nador cuya expulsión Rabat acaba de ordenar. ¿Con qué objetivo? Empañar la enorme movilización policial marroquí contra el narcotráfico.
Una fuente autorizada del CNI, el único servicio secreto extranjero con presencia en esa zona de Marruecos, desmintió ayer a este periódico haber financiado al militante de derechos humanos.
El episodio demuestra hasta qué punto, pese a la luna de miel política que viven las autoridades de ambos países, "la relación cotidiana hispano-marroquí sigue impregnada de recelos y desconfianza", señala un diplomático español.
En Ceuta, la DGED marroquí también encontró motivos de descontento. Su jefe, Mansouri, se quejó a Alberto Saiz, el director del CNI, en noviembre de 2007, del apoyo brindado por las autoridades españolas al tablig. Esta rama del islam, de origen indio, ha mermado la influencia en la ciudad de los musulmanes de rito malekita, fieles a Rabat.
La expulsión del jefe de la antena del CNI en Nador no es la única que ha padecido recientemente el servicio secreto español en el Magreb. Su delegada en Túnez, una mujer, tuvo que hacer las maletas apresuradamente en 2007 después de mantener relaciones "demasiado estrechas" con los defensores locales de los derechos humanos.