
El asedio de ocho días a la base de la MFO fue levantado el viernes por los beduinos después de que el ejército se comprometiera a estudiar sus demandas.
Decenas de beduinos armados, que habían levantado barricadas alrededor de esta base situada a unos 15 kilómetros del enclave palestino de Gaza, reclamaban la liberación de miembros de sus tribus, algunos de los cuales están acusados de terrorismo.
La MFO, compuesta por militares de 12 países, entre ellos de Colombia, Uruguay o Estados Unidos, tiene por misión velar por la aplicación del acuerdo de paz entre Egipto e Israel de 1979.
El domingo, dos turistas brasileñas y su guía egipcio fueron secuestrados cuando volvían del monasterio de Santa Catalina, importante sitio turístico en el sur de la península, según fuentes de los servicios de seguridad.
Este secuestro es el último de una serie de incidentes violentos que pusieron en aprietos a los militares en el poder, incapaces incluso de defender un gasoducto que suministra a Israel, saboteado 13 veces este año.
También hubo ataques contra la policía, y operarios extranjeros que fueron brevemente secuestrados.
El Sinaí, donde se concentran los balnearios más lucrativos de Egipto, está poblado en gran parte por beduinos, marginados durante el último régimen y que tomaron las armas en la revuelta que acabó con los casi 30 años en el poder de Hosni Mubarak en febrero de 2011.
El ejército que tomó el poder tras la caída de Mubarak tiene dificultades para controlar a los grupos radicales en esta región desértica y montañosa del este del país.
Y es que los beduinos están armados y el ejército, muy poco presente debido a la desmilitarización del sector prevista por los acuerdos de Camp David.
La península constituye además una plataforma de tránsito para el tráfico de droga, la trata de seres humanos y la inmigración clandestina hacia Israel, así como para el contrabando de armas hacia Gaza. También se utiliza como base para cometer atentados en Israel.
El poder militar intentó suprimir la independencia de que gozan los beduinos en 2011, pero ahora quiere negociar con ellos y con los islamistas radicales.
Durante décadas la solución militar no sólo fracasó sino que empeoró el problema. Entre 2004 y 2006 decenas de turistas murieron en atentados y las fuerzas de Mubarak detuvieron a miles de beduinos.
"Las raíces de las quejas en el Sinaí son muy lejanas, y la autoridad del gobierno siempre fue débil", afirma Michael Wahid Hanna, un experto del centro de estudios estadounidense The Century Foundation.
"Hay cierto grado de discriminación (...). Ante esta disfunción en la relación, las autoridades optaron por un enfoque anclado en la seguridad para tratar con los beduinos", dice.
Egipto cuenta con el turismo en esta península para obtener ingresos. Pero los beduinos, que constituyen menos de la mitad de los 500.000 habitantes de la región, sacan poco provecho de ello. Muchos son pobres y analfabetos.
Las autoridades "dicen que el Sinaí es egipcio, pero no creo que lo piensen realmente", afirma el militante beduino de derechos humanos Yahya Abu Nasira, encarcelado durante 30 meses bajo el régimen de Mubarak. "Siguen dudando de nuestra lealtad", añade.
Para Mohamed Fadel Shosha, ex gobernador de la región, el desarrollo de la provincia es crucial para que cese la violencia, pero es difícil y "costoso".
A pesar de las promesas de las autoridades militares, "nada sucedió desde la revolución. La situación se deterioró incluso. El Sinaí es un buque sin capitán", lamentó Nasira.
Decenas de beduinos armados, que habían levantado barricadas alrededor de esta base situada a unos 15 kilómetros del enclave palestino de Gaza, reclamaban la liberación de miembros de sus tribus, algunos de los cuales están acusados de terrorismo.
La MFO, compuesta por militares de 12 países, entre ellos de Colombia, Uruguay o Estados Unidos, tiene por misión velar por la aplicación del acuerdo de paz entre Egipto e Israel de 1979.
El domingo, dos turistas brasileñas y su guía egipcio fueron secuestrados cuando volvían del monasterio de Santa Catalina, importante sitio turístico en el sur de la península, según fuentes de los servicios de seguridad.
Este secuestro es el último de una serie de incidentes violentos que pusieron en aprietos a los militares en el poder, incapaces incluso de defender un gasoducto que suministra a Israel, saboteado 13 veces este año.
También hubo ataques contra la policía, y operarios extranjeros que fueron brevemente secuestrados.
El Sinaí, donde se concentran los balnearios más lucrativos de Egipto, está poblado en gran parte por beduinos, marginados durante el último régimen y que tomaron las armas en la revuelta que acabó con los casi 30 años en el poder de Hosni Mubarak en febrero de 2011.
El ejército que tomó el poder tras la caída de Mubarak tiene dificultades para controlar a los grupos radicales en esta región desértica y montañosa del este del país.
Y es que los beduinos están armados y el ejército, muy poco presente debido a la desmilitarización del sector prevista por los acuerdos de Camp David.
La península constituye además una plataforma de tránsito para el tráfico de droga, la trata de seres humanos y la inmigración clandestina hacia Israel, así como para el contrabando de armas hacia Gaza. También se utiliza como base para cometer atentados en Israel.
El poder militar intentó suprimir la independencia de que gozan los beduinos en 2011, pero ahora quiere negociar con ellos y con los islamistas radicales.
Durante décadas la solución militar no sólo fracasó sino que empeoró el problema. Entre 2004 y 2006 decenas de turistas murieron en atentados y las fuerzas de Mubarak detuvieron a miles de beduinos.
"Las raíces de las quejas en el Sinaí son muy lejanas, y la autoridad del gobierno siempre fue débil", afirma Michael Wahid Hanna, un experto del centro de estudios estadounidense The Century Foundation.
"Hay cierto grado de discriminación (...). Ante esta disfunción en la relación, las autoridades optaron por un enfoque anclado en la seguridad para tratar con los beduinos", dice.
Egipto cuenta con el turismo en esta península para obtener ingresos. Pero los beduinos, que constituyen menos de la mitad de los 500.000 habitantes de la región, sacan poco provecho de ello. Muchos son pobres y analfabetos.
Las autoridades "dicen que el Sinaí es egipcio, pero no creo que lo piensen realmente", afirma el militante beduino de derechos humanos Yahya Abu Nasira, encarcelado durante 30 meses bajo el régimen de Mubarak. "Siguen dudando de nuestra lealtad", añade.
Para Mohamed Fadel Shosha, ex gobernador de la región, el desarrollo de la provincia es crucial para que cese la violencia, pero es difícil y "costoso".
A pesar de las promesas de las autoridades militares, "nada sucedió desde la revolución. La situación se deterioró incluso. El Sinaí es un buque sin capitán", lamentó Nasira.