¿Cuál es el ojo que puede verse a sí mismo?, se preguntaba Stendhal. Juan Martini recoge el guante de este interrogante en Cine (Eterna Cadencia), su nueva novela. El protagonista, Sivori, un director de cine que acaba de cumplir 51 años, comienza a espiar a su nueva vecina, Pina Bosch, traductora de alemán de 43 años que está trabajando con un libro de cuentos de Robert Walser, adicta a las drogas, anoréxica y bisexual. La vida de este hombre amaestrado por sus costumbres cambia radicalmente y no puede evitar estar pendiente de la mujer que acaba de mudarse. Aunque nunca fue peronista y no quiere hacer otra película más sobre Eva Duarte, a pesar de ese “hay que cortarla con el peronismo”, tantas veces escuchado por ahí, de la idolatría partidaria o el desprecio gorila, del mito que oculta al mito, de sus propias dudas y apenas un par de certezas –no quiere filmar una biografía ni un documental–, Sivori sucumbe ante el fogonazo de una frase que imagina en boca de Eva: “Nunca más me llames así”.
A medida que se inmiscuye más y más en la intimidad de “la mujer de enfrente”, como la llama el narrador –perfecciona su voyeurismo, recuerda el film Monsieur Hi, de Patrice Leconte, le saca una foto con su teléfono celular a ella y a una amiga, Carola Holms, y se queda con una agenda que su vecina descartó después de la mudanza–, avanza en la escritura del guión que consistirá en un diálogo de una hora y media “en tiempo real” entre Evita y la cantante Rita Molina, la tarde el 17 de octubre de 1945, mientras ambas esperan que Perón sea liberado y conducido a Plaza de Mayo. Pero ellas no estarán en la plaza, sino en un departamento de la calle Posadas. Sivori, que evalúa hacer un único plano secuencia, como en la película de Sokurov El arca rusa, pero en un living chiquito, no quiere que escuchen por la radio el discurso de Perón. “Siempre buscando la manera de no dar en el clavo”, se queja Dippy, su productor.
En esos diálogos de entrecasa, Evita es consciente de que está a punto de convertirse en la mujer más importante de la historia argentina, que morirá joven y no tendrá tiempo de tener hijos, y duda de que Perón “tenga pelotas” para ponerse al frente de la gente. Martini vuelve al ruedo con una novela en la que explora el modo en que enfrentan sus soledades “la mujer de enfrente”, Carola, la joven hija de su productor, Florencia Dillon, y el propio Sivori, profesor de cine europeo despreciado por sus alumnos, que lo consideran “un hombre de otra época” por su afición hacia el Neorrealismo de la década del ’40, la Nouvelle Vague de los ’50 y el New American Cinema de los años ’60; un hombre que se deleita con la música de Keith Jarrett, las películas de Michael Hanecke, los cuentos de Flannery O’Connor, los spaghetti all’olio y las mujeres raras. El escritor habla de esa “máquina narrativa” con la que viene experimentando de un tiempo a esta parte, especialmente a partir de los cuentos de Rosario Express (2007), en la que combina pequeñas esquirlas de la historia personal, con la historia social, política, cultural y urbana, hasta ensamblar todas las piezas en un sistema narrativo donde, en palabras de Sivori, “nada es real, pero todo es verosímil”.
La mano de Martini parece sublevarse ante el exceso de leche del cortado y con la cuchara revuelve con la prolija obsesión de quien no abandona la contienda hasta obtener la mezcla en su punto justo, como si el énfasis de ese gesto fuera una nota al pie, inconsciente, de su propuesta literaria. “Hay dudas que compartí con Sivori y otras que no. En el momento de comenzar la novela, pensé mucho la película que haría Sivori. En principio había descartado que fuera sobre Eva Perón. Pero cuando se le aparece esa frase, ‘nunca más me llames así’, empieza a escribir el guión, aunque las dudas se desplazan especialmente hacia el carácter bastante antiperonista que podrían tener esos diálogos, sobre todo porque Sivori cree que Eva, el 17 de octubre del ’45, estaba decidida a enfrentar un cambio más profundo y desconfiaba un poco de Perón”, cuenta el escritor en la entrevista con Página/12. “Las escenas en las que Eva quiere que Perón vaya a hablar a la plaza, y la otra en la que dice que ‘Perón no tiene pelotas’, están basadas en hechos reales, aunque se sigue discutiendo el papel que jugó en el 17 de octubre. De lo que no hay ninguna duda es que ella influyó en la decisión de que Perón hablara. También es real en la novela lo que dice Eva, que cuando Perón se desinfla ‘lo levanto de una patada en las bolas’. Esto está tomado de diferentes testimonios; leí muchos libros y biografías, pero después el resto es totalmente ficcional. La idea de película que tiene Sivori, ese diálogo de una hora y media entre Eva y Rita Molina, en el cual ella deja en claro que sabe que se va a convertir en un mito en vida, incluso que sabe que no va a vivir mucho, es ficcional. Pero Eva sabía hacia dónde iba, tenía una idea muy clara de lo que quería hacer.”
“No soy ni fui peronista, pero Evita siempre me puede”El escritor rosarino propone una historia en la que un director de cine, Sivori, comienza a espiar a su nueva vecina, “la mujer de enfrente”, al tiempo que trata de avanzar sobre el guión de una película sobre Evita, que transcurre en la tarde del 17 de octubre de 1945.Viernes, 11 de Septiembre 2009
Pagina 12, Argentina
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