Durante su rueda de prensa anual, al margen de una sesión de la Asamblea Nacional Popular (ANP) —la cámara legislativa china— el ministro chino de Relaciones Exteriores Wang Yi recurrió a todas las fórmulas retóricas habituales del régimen.
En sus respuestas, trató de representar una buena imagen de la diplomacia china actual, que se está configurando bajo los auspicios del consejero Yang Jiechi, miembro del gobierno.
Por un lado, Wang insiste en el apoyo indefectible de Pekín a sus viejos amigos y aliados, ya se trate de una Rusia afectada por el estigma de la crisis ucraniana, o de Pyongyang, a pesar de las molestias que le provocan sus tendencias belicosas.
Por otro, China intenta hacerse valer ostensiblemente como un igual de Estados Unidos, donde el presidente Xi Jinping debe acudir este año.
"Los dos dirigentes [estadounidense y chino] darán un nuevo impulso a los esfuerzos para construir un modelo inédito de relaciones entre grandes potencias", declaró Wang Yi.
Un diálogo indispensable pero claramente delimitado: "China y Estados Unidos son dos grandes países. Es imposible que no haya ningún desacuerdo entre nosotros", agregó.
Mientras Estados Unidos está barajando un endurecimiento de las sanciones económicas contra Rusia por el aumento de la gravedad de la situación en Ucrania, China asegura estar siempre preparada para reforzar su apoyo a Moscú.
Una ayuda bienvenida, en un momento en el que la economía rusa vacila, golpeada por las sanciones occidentales y el hundimiento del precio del petróleo.
"La cooperación pragmática entre China y Rusia es una necesidad mutua, que busca resultados que nos beneficien mutuamente. Existe un margen importante para ampliarla", insistió Wang Yi.
- Disputas territoriales -
Pekín tiene también interés en asegurar sus reservas energéticas: el año pasado consiguió, después de diez años de negociaciones, un megacontrato sobre las entregas de gas ruso a China, por un monto evaluado en 400.000 millones de dólares (369.000 millones de euros) en 30 años.
Además, "continuaremos con nuestra coordinación estratégica por la paz y la seguridad", subrayó. China da tradicionalmente su apoyo a su vecino en el Consejo de Seguridad de la ONU (del que ambos son miembros permanentes), principalmente en la cuestión siria.
Como suele hacer, Wang Yi reservó sus dardos más mordaces a Japón, bestia negra del discurso diplomático chino, con la querella por la soberanía de un archipiélago y las disputas históricas que se remontan a la Segunda Guerra Mundial.
El primer ministro japonés Shinzo Abe no será invitado a las ceremonias del 70º aniversario del fin del conflicto este otoño en Pekín "si no da prueba de sinceridad" sobre las responsabilidades históricas niponas, recalcó el ministro.
En cuanto a las disputas territoriales sobre las islas y los arrecifes en el mar de China Meridional, que enfrentan a China con Vietnam o Filipinas, Wang Yi sigue el discurso oficial y ha cerrado la puerta a cualquier negociación.
"China llevará a cabo las construcciones que crea necesarias sobre las islas y los arrecifes que le pertenecen", defendió.
El ministro recordó "la amistad tradicional" que tienen China y Corea del Norte, que "no se ha visto afectada por turbulencias pasajeras", aunque este apoyo no es sin reservas.
Pekín es el aliado más próximo del régimen de Pyongyang pero, preocupado por la estabilidad de la península, se ha molestado enormemente por las provocaciones belicosas e imprevisibles del gobierno norcoreano.