Refugiadas uzbekas, cerca de la frontera
En Sailgon, localidad uzbeka a pocos kilómetros de la frontera kirguisa, el primer campamento de refugiados establecido por las organizaciones internacionales acoge a entre 500 y 1.000 personas bajo las carpas verdes y blancas de la Unicef y del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Los voluntarios les distribuyen mantas y camisetas, pero no disponen por el momento de más ayuda alimentaria que la proporcionada por el gobierno uzbeko.
"Necesitamos ropa y medicinas, sobre todo para los niños", explica Jalima Otayonova, una mujer de 41 años con dos hijos refugiada en otro campo de la zona, instalado en un estadio en Kanabad, que acoge a más de 3.300 personas.
"Nos fuimos precipitadamente, no pudimos coger todo lo necesario. Algunos salieron de sus casas descalzos", agrega.
Shojida, de 26 años, huyó de Yalal Abad, ciudad del sur del Kirguistán, hasta Sailgoh. "Los kirguisos disparaban en todas direcciones. Incendiaron la universidad y como no quedó totalmente destruida después la hicieron explotar. Cuando huimos, todas nuestras casas fueron quemadas", recuerda.
La violencia étnica entre kirguisos y uzbekos en el sur de Kirguistán dejó 191 muertos y cerca de 2.000 heridos, según un nuevo balance del ministerio kirguiso de Salud.
Uzbekistán acogió "entre 75.000 y 100.000 personas, contando solamente a los adultos", según la portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU en Ginebra, Elisabeth Byrs. A estos refugiados se suman 300.000 desplazados en el interior de Kirguistán, precisó Byrs citando las últimas estimaciones de las agencias de la ONU.
Un avión del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) cargado con mantas, carpas y utensilios de cocina llegó al sur de Kirguistán. Otro, aterrizó en el este de Uzbekistán con un cargamento de 40 toneladas de galletas.
"Es una inmensa crisis", declaró Severine Chappaz, responsable del CICR en Kirguistán en un comunicado. La inestabilidad y la falta de productos de primera necesidad dificultan los esfuerzos para ayudar a los refugiados, según el CICR.
Los desplazados a ambos lados de la frontera relatan escenas de tortura y de violaciones cometidas por hombres armados a los que acusan de llevar a cabo una campaña para expulsar a la minoría uzbeka de Kirguistán.
En Osh, Yalal Abad y otras localidades afectadas por la violencia, los periodistas de la AFP vieron edificios intactos marcados con la inscripción "KG" para indicar que pertenecen a kirguisos.
El gobierno interino de Kirguistán, formado por la oposición al término de una violenta revuelta en abril, acusó al clan del presidente depuesto Kurmanbek Bakiyev de estar detrás de esta ola de enfrentamientos étnicos, la más sangrienta en Asia Central desde el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991.
Los uzbekos representan el 14% de los 5,3 millones de habitantes de Kirguistán.
Los voluntarios les distribuyen mantas y camisetas, pero no disponen por el momento de más ayuda alimentaria que la proporcionada por el gobierno uzbeko.
"Necesitamos ropa y medicinas, sobre todo para los niños", explica Jalima Otayonova, una mujer de 41 años con dos hijos refugiada en otro campo de la zona, instalado en un estadio en Kanabad, que acoge a más de 3.300 personas.
"Nos fuimos precipitadamente, no pudimos coger todo lo necesario. Algunos salieron de sus casas descalzos", agrega.
Shojida, de 26 años, huyó de Yalal Abad, ciudad del sur del Kirguistán, hasta Sailgoh. "Los kirguisos disparaban en todas direcciones. Incendiaron la universidad y como no quedó totalmente destruida después la hicieron explotar. Cuando huimos, todas nuestras casas fueron quemadas", recuerda.
La violencia étnica entre kirguisos y uzbekos en el sur de Kirguistán dejó 191 muertos y cerca de 2.000 heridos, según un nuevo balance del ministerio kirguiso de Salud.
Uzbekistán acogió "entre 75.000 y 100.000 personas, contando solamente a los adultos", según la portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU en Ginebra, Elisabeth Byrs. A estos refugiados se suman 300.000 desplazados en el interior de Kirguistán, precisó Byrs citando las últimas estimaciones de las agencias de la ONU.
Un avión del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) cargado con mantas, carpas y utensilios de cocina llegó al sur de Kirguistán. Otro, aterrizó en el este de Uzbekistán con un cargamento de 40 toneladas de galletas.
"Es una inmensa crisis", declaró Severine Chappaz, responsable del CICR en Kirguistán en un comunicado. La inestabilidad y la falta de productos de primera necesidad dificultan los esfuerzos para ayudar a los refugiados, según el CICR.
Los desplazados a ambos lados de la frontera relatan escenas de tortura y de violaciones cometidas por hombres armados a los que acusan de llevar a cabo una campaña para expulsar a la minoría uzbeka de Kirguistán.
En Osh, Yalal Abad y otras localidades afectadas por la violencia, los periodistas de la AFP vieron edificios intactos marcados con la inscripción "KG" para indicar que pertenecen a kirguisos.
El gobierno interino de Kirguistán, formado por la oposición al término de una violenta revuelta en abril, acusó al clan del presidente depuesto Kurmanbek Bakiyev de estar detrás de esta ola de enfrentamientos étnicos, la más sangrienta en Asia Central desde el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991.
Los uzbekos representan el 14% de los 5,3 millones de habitantes de Kirguistán.