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Restos de un galeón español hundido.
Los restos aparecieron a orillas del Océano Atlántico, en la franja de arena entre la Laguna de Rocha y el mar, en una zona protegida por su biodiversidad.
Allí, un día después de una intensa tormenta, el jefe del guardaparques de Laguna de Rocha, Héctor Caymaris, halló la semana pasada la pesada estructura.
"Siempre sale algún palo o fragmento de barco, sobre todo después de tormentas, pero nunca una estructura armada como esta", contó a la AFP.
"Se ve que es una parte de un casco de barco y que está quebrado", agregó, lo que le hace pensar que el navío no debe de estar muy lejos de la costa.
Así como el océano dejó la antigua estructura al descubierto, el sábado pasado la arena volvió a taparla con al menos dos metros de arena, aunque ahora los arqueólogos tienen marcado el lugar, aseguró Antonio Lezama, responsable del Programa de Arqueología Subacuática de la Universidad de la República (Udelar), convocado tras el hallazgo.
"Es difícil afirmar si estaba allí" o lo movió la tormenta, explicó Lezama. "Lo que sí es claro es que (los restos) no estuvieron expuestos al agua de mar en ningún momento porque no tienen ningún tipo de vida animal, moluscos, nada, o sea que estaban enterrados profundamente", dijo a la AFP.
"Tuve la suerte de poder observar cómo esos restos se reenterraron y en pocos minutos desaparecieron de la vista. Y tengo la impresión de que deben de haber estado donde fueron encontrados", confesó.
El arqueólogo estima que la estructura podría pertenecer a un navío francés del último cuarto del siglo XIX, porque se encontraron en el lugar también fragmentos de tejas coloradas de la marca francesa Sacoman, que "eran una carga muy tradicional de los barcos a vela, una mercadería muy típica del siglo XIX y comienzos del XX".
"Ahora hay que ver la larga lista de barcos perdidos en la costa con esas características, pero debe de haber más de uno", añadió, ya que se estima que "cientos de barcos naufragaron en la costa" de Uruguay.
De hecho, las historias de naufragios abundan en las costas oceánicas uruguayas, donde en algunas playas viejos esqueletos de barcos emergen de las aguas o descansan en la arena. Más común aún es recorrer la playa después de una tormenta para recoger lo que pueda haber lanzado el oleaje a la costa.
Por eso lo primero que se hizo después de este hallazgo fue reforzar el control del lugar, porque "a las pocas horas ya había gente queriendo llevarse algún recuerdo", dijo Caymaris, explicando que cuando aparece algún madero "a veces vienen con una motosierra" para intentar quedarse con un fragmento.
"Es una tradición muy fuerte que es difícil de combatir. En todas las playas siguen apareciendo (restos) y es un problema la actitud de la sociedad respecto a los testimonios de su pasado. En la medida en que se puedan exhibir este tipo de restos, estas actitudes pueden ir mejorando y es dable esperar que esa gente cuando encuentre algo lo comunique y no lo destroce", dijo por su parte Lezama.
El arqueólogo admitió que conservar los restos hallados "también implica costos". "Hay que ver lo que queremos y lo que podemos" hacer como sociedad, dijo.
El eventual desenterramiento y destino del hallazgo depende ahora de la Comisión de Patrimonio del Ministerio de Educación y Cultura. Mientras tanto, los guardaparques de Laguna de Rocha recolectan todos los restos que encuentran: los maderos los guardan y los hierros los entierran en la laguna, para evitar su descomposición.
Allí, un día después de una intensa tormenta, el jefe del guardaparques de Laguna de Rocha, Héctor Caymaris, halló la semana pasada la pesada estructura.
"Siempre sale algún palo o fragmento de barco, sobre todo después de tormentas, pero nunca una estructura armada como esta", contó a la AFP.
"Se ve que es una parte de un casco de barco y que está quebrado", agregó, lo que le hace pensar que el navío no debe de estar muy lejos de la costa.
Así como el océano dejó la antigua estructura al descubierto, el sábado pasado la arena volvió a taparla con al menos dos metros de arena, aunque ahora los arqueólogos tienen marcado el lugar, aseguró Antonio Lezama, responsable del Programa de Arqueología Subacuática de la Universidad de la República (Udelar), convocado tras el hallazgo.
"Es difícil afirmar si estaba allí" o lo movió la tormenta, explicó Lezama. "Lo que sí es claro es que (los restos) no estuvieron expuestos al agua de mar en ningún momento porque no tienen ningún tipo de vida animal, moluscos, nada, o sea que estaban enterrados profundamente", dijo a la AFP.
"Tuve la suerte de poder observar cómo esos restos se reenterraron y en pocos minutos desaparecieron de la vista. Y tengo la impresión de que deben de haber estado donde fueron encontrados", confesó.
El arqueólogo estima que la estructura podría pertenecer a un navío francés del último cuarto del siglo XIX, porque se encontraron en el lugar también fragmentos de tejas coloradas de la marca francesa Sacoman, que "eran una carga muy tradicional de los barcos a vela, una mercadería muy típica del siglo XIX y comienzos del XX".
"Ahora hay que ver la larga lista de barcos perdidos en la costa con esas características, pero debe de haber más de uno", añadió, ya que se estima que "cientos de barcos naufragaron en la costa" de Uruguay.
De hecho, las historias de naufragios abundan en las costas oceánicas uruguayas, donde en algunas playas viejos esqueletos de barcos emergen de las aguas o descansan en la arena. Más común aún es recorrer la playa después de una tormenta para recoger lo que pueda haber lanzado el oleaje a la costa.
Por eso lo primero que se hizo después de este hallazgo fue reforzar el control del lugar, porque "a las pocas horas ya había gente queriendo llevarse algún recuerdo", dijo Caymaris, explicando que cuando aparece algún madero "a veces vienen con una motosierra" para intentar quedarse con un fragmento.
"Es una tradición muy fuerte que es difícil de combatir. En todas las playas siguen apareciendo (restos) y es un problema la actitud de la sociedad respecto a los testimonios de su pasado. En la medida en que se puedan exhibir este tipo de restos, estas actitudes pueden ir mejorando y es dable esperar que esa gente cuando encuentre algo lo comunique y no lo destroce", dijo por su parte Lezama.
El arqueólogo admitió que conservar los restos hallados "también implica costos". "Hay que ver lo que queremos y lo que podemos" hacer como sociedad, dijo.
El eventual desenterramiento y destino del hallazgo depende ahora de la Comisión de Patrimonio del Ministerio de Educación y Cultura. Mientras tanto, los guardaparques de Laguna de Rocha recolectan todos los restos que encuentran: los maderos los guardan y los hierros los entierran en la laguna, para evitar su descomposición.
