Las autoridades rusas establecieron una lista de 11 empresas públicas o semipúblicas, entre ellas grandes bancos y grupos petroleros, que pondrán en venta de forma parcial en el marco de nuevas privatizaciones.
La lista incluye al banco más grande del país, Sberbank, y al primer grupo petrolero, Rosneft, pero no abarca a otras empresas cuya privatización se había evocado, como la compañía nacional de ferrocarriles RJD, según un responsable del Ministerio ruso de Desarrollo Económico, Alexei Uvarov.
Los ingresos por esas privatizaciones, previstas durante el periodo 2011-2013, están estimados en 883.000 millones de rublos (22.500 millones de euros, 30.000 millones de dólares), declaró por su parte el ministro ruso de Finanzas, Alexei Kudrin, citado el miércoles por la agencia Interfax.
Este anuncio es exactamente lo opuesto a la estrategia de concentración de la economía en las manos del Estado aplicada durante una década por Vladimir Putin, el ex presidente y actual primer ministro, para domar a los oligarcas, esos empresarios poco escrupulosos que construyeron imperios gracias a las opacas privatizaciones de los años 90.
"El proyecto del gobierno de llevar a cabo privatizaciones a gran escala es como dar un giro completo con respecto a la política de los últimos diez años", constató la experta Lilit Gevorgyan, del centro de análisis londinense IHS Global Insight.
Pero si el gobierno ruso optó por esta alternativa es a raíz de la crisis mundial, que engendró un alza de los gastos sociales y las subvenciones públicas y una baja de los precios de las materias primas, en particular el petróleo, principales fuentes de ingresos de Rusia.
Desde 2009, Rusia convive con un déficit presupuestario (3,6% previsto en 2011, 3,1% en 2012 y 2,9% en 2013), y la venta de activos aparece como un buen medio para limitar las pérdidas, más aún teniendo en cuenta que el Estado seguirá siendo el accionista mayoritario de las empresas en cuestión.
"Enfrentado a un déficit presupuestario por al menos cinco años más, el gobierno regresa a la idea de llenar la caja vendiendo acciones de empresas del Estado", explicó el analista Vladimir Kuznetsov, del banco UniCredit.
Los expertos señalan que estas privatizaciones servirán también a la política de "modernización" de la economía rusa que pretende imponer su presidente Dimitri Medvedev.
"La esperanza es que las privatizaciones aportarán no sólo dinero en efectivo desde el extranjero sino también nuevas tecnologías", subrayó en ese sentido Lilit Gevorgyan.
Pero el gobierno aún no precisó los procedimientos de estas privatizaciones, ni en qué medida los inversores extranjeros podrán participar, lo que plantea dudas sobre la transparencia del proceso.
Algunos analistas ya estiman que responsables rusos bien posicionados serán los grandes ganadores de este juego.
"Los principales beneficiarios de la ola de privatizaciones serán probablemente los que mantienen relaciones estrechas con el centro de toma de decisiones", dijo Gevorgyan, refiriéndose en forma expresa a "los altos funcionarios pro Putin".
La lista incluye al banco más grande del país, Sberbank, y al primer grupo petrolero, Rosneft, pero no abarca a otras empresas cuya privatización se había evocado, como la compañía nacional de ferrocarriles RJD, según un responsable del Ministerio ruso de Desarrollo Económico, Alexei Uvarov.
Los ingresos por esas privatizaciones, previstas durante el periodo 2011-2013, están estimados en 883.000 millones de rublos (22.500 millones de euros, 30.000 millones de dólares), declaró por su parte el ministro ruso de Finanzas, Alexei Kudrin, citado el miércoles por la agencia Interfax.
Este anuncio es exactamente lo opuesto a la estrategia de concentración de la economía en las manos del Estado aplicada durante una década por Vladimir Putin, el ex presidente y actual primer ministro, para domar a los oligarcas, esos empresarios poco escrupulosos que construyeron imperios gracias a las opacas privatizaciones de los años 90.
"El proyecto del gobierno de llevar a cabo privatizaciones a gran escala es como dar un giro completo con respecto a la política de los últimos diez años", constató la experta Lilit Gevorgyan, del centro de análisis londinense IHS Global Insight.
Pero si el gobierno ruso optó por esta alternativa es a raíz de la crisis mundial, que engendró un alza de los gastos sociales y las subvenciones públicas y una baja de los precios de las materias primas, en particular el petróleo, principales fuentes de ingresos de Rusia.
Desde 2009, Rusia convive con un déficit presupuestario (3,6% previsto en 2011, 3,1% en 2012 y 2,9% en 2013), y la venta de activos aparece como un buen medio para limitar las pérdidas, más aún teniendo en cuenta que el Estado seguirá siendo el accionista mayoritario de las empresas en cuestión.
"Enfrentado a un déficit presupuestario por al menos cinco años más, el gobierno regresa a la idea de llenar la caja vendiendo acciones de empresas del Estado", explicó el analista Vladimir Kuznetsov, del banco UniCredit.
Los expertos señalan que estas privatizaciones servirán también a la política de "modernización" de la economía rusa que pretende imponer su presidente Dimitri Medvedev.
"La esperanza es que las privatizaciones aportarán no sólo dinero en efectivo desde el extranjero sino también nuevas tecnologías", subrayó en ese sentido Lilit Gevorgyan.
Pero el gobierno aún no precisó los procedimientos de estas privatizaciones, ni en qué medida los inversores extranjeros podrán participar, lo que plantea dudas sobre la transparencia del proceso.
Algunos analistas ya estiman que responsables rusos bien posicionados serán los grandes ganadores de este juego.
"Los principales beneficiarios de la ola de privatizaciones serán probablemente los que mantienen relaciones estrechas con el centro de toma de decisiones", dijo Gevorgyan, refiriéndose en forma expresa a "los altos funcionarios pro Putin".