BEIT IJZA, 22 octubre 2009 (AFP) - "Ya hace 25 años que sufrimos con esta ocupación, que luchamos contra ella. Pero no han conseguido que me vaya, ni yo ni mi familia", afirma.
Con amargura, Abú Samir, como lo llaman, observa desde la puerta el resultado de su tozudez: su casa, que en otra época estaba en las afueras del pueblo de Beit Ijza, se ha convertido en un minúsculo enclave en el medio de la colonia judía de Givon Hahadasha.
Rodeada por un muro de hormigón y una cerca metálica con captores eléctricos, la casa de Abú Samir está unida a Beit Ijza por un mini-corredor , bajo la vigilancia de cámaras. Una pesada barrera que el ejército israelí puede maniobrar desde lejos, controla el acceso.
Al otro lado está Givon Hahadasha, que forma parte del "suburbio" judío de Jerusalén, cuyo objetivo, según los palestinos, es hacer irreversible la anexión de la parte oriental de la Jerusalén, ocupada por Israel desde junio de 1967.
La comunidad internacional exige, sin tener respuesta, el cese de la colonización, que considera ilegal.
Establecida a partir de 1981, Givon Hahadasha ofrece un acceso rápido a Jerusalén, un costo de vida menor y alquileres a precios razonables.
En la colonia viven unas 300 familias israelíes en casas blancas con tejas rojas, bien alineadas y separadas de las zonas bajo control palestino por una barrera.
"Barrera antiterrorista" la llaman los israelíes; "muro del apartheid" la denominan los palestinos.
Abú Samir afirma que la colonia fue implantada en lo que eran sus tierras y que su granja de diez hectáreas, era la más hermosa del poblado. Allí cultivaba viñas, trigo y olivos.
"Los judíos tenían tierras más lejos y fueron robando poco a poco las mías", denuncia, enfurecido.
"Estamos totalmente en nuestro derecho", replica Schmulik Lederer, responsable de Givon Hahadasha.
El concejo regional de Binyamin, que administra las colonias de la región, explica que una asociación judía compró tierras en el sector en 1887.
"Numerosas colonias fueron instaladas en tierras privadas", a menudo gracias a una ley que data del Imperio Otomano según la cual una parcela no explotada puede ser confiscada por el Estado, destaca Hagit Ofran, de la asociación israelí anti-colonización La Paz Ahora.
"Han hecho todo lo posible para que me vaya de mi casa", relata Abú Samir. "Me han amenazado, me han golpeado, encarcelado, e incluso ofrecido comprármela, y siempre lo he rechazado. Entonces terminaron por encarcelarme en mi propia casa, en el medio de su maldita colonia".
"Pero no voy a abandonarla", agregó. "Si me fuera, moriría inmediatamente. Estaría como un pez fuera del agua".
El primer ministro palestino Salam Fayyad, que hace poco fue a visitarlo, estimó que su historia "resume el combate de nuestro pueblo, su determinación de mantenerse en su tierra y de vivir con dignidad".
Finalmente, la Corte Suprema israelí falló en favor de Abú Samir, explicó su abogado, Hassan Darwish, constatando que desde 1979 su casa estaba registrada como se debe en el catastro israelí.
Por el contrario, la justicia israelí ya le había quitado parte de sus tierras antes de dejarlo separado del resto de su propiedad por la barrera de seguridad construída a partir de 2004.
"Cuando los israelíes vieron que había ganado el derecho a vivir en mi hogar, construyeron un muro alrededor de la casa", se lamentó.
dlm/agr/tp/feff/me
© 1994-2009 Agence France-Presse
Con amargura, Abú Samir, como lo llaman, observa desde la puerta el resultado de su tozudez: su casa, que en otra época estaba en las afueras del pueblo de Beit Ijza, se ha convertido en un minúsculo enclave en el medio de la colonia judía de Givon Hahadasha.
Rodeada por un muro de hormigón y una cerca metálica con captores eléctricos, la casa de Abú Samir está unida a Beit Ijza por un mini-corredor , bajo la vigilancia de cámaras. Una pesada barrera que el ejército israelí puede maniobrar desde lejos, controla el acceso.
Al otro lado está Givon Hahadasha, que forma parte del "suburbio" judío de Jerusalén, cuyo objetivo, según los palestinos, es hacer irreversible la anexión de la parte oriental de la Jerusalén, ocupada por Israel desde junio de 1967.
La comunidad internacional exige, sin tener respuesta, el cese de la colonización, que considera ilegal.
Establecida a partir de 1981, Givon Hahadasha ofrece un acceso rápido a Jerusalén, un costo de vida menor y alquileres a precios razonables.
En la colonia viven unas 300 familias israelíes en casas blancas con tejas rojas, bien alineadas y separadas de las zonas bajo control palestino por una barrera.
"Barrera antiterrorista" la llaman los israelíes; "muro del apartheid" la denominan los palestinos.
Abú Samir afirma que la colonia fue implantada en lo que eran sus tierras y que su granja de diez hectáreas, era la más hermosa del poblado. Allí cultivaba viñas, trigo y olivos.
"Los judíos tenían tierras más lejos y fueron robando poco a poco las mías", denuncia, enfurecido.
"Estamos totalmente en nuestro derecho", replica Schmulik Lederer, responsable de Givon Hahadasha.
El concejo regional de Binyamin, que administra las colonias de la región, explica que una asociación judía compró tierras en el sector en 1887.
"Numerosas colonias fueron instaladas en tierras privadas", a menudo gracias a una ley que data del Imperio Otomano según la cual una parcela no explotada puede ser confiscada por el Estado, destaca Hagit Ofran, de la asociación israelí anti-colonización La Paz Ahora.
"Han hecho todo lo posible para que me vaya de mi casa", relata Abú Samir. "Me han amenazado, me han golpeado, encarcelado, e incluso ofrecido comprármela, y siempre lo he rechazado. Entonces terminaron por encarcelarme en mi propia casa, en el medio de su maldita colonia".
"Pero no voy a abandonarla", agregó. "Si me fuera, moriría inmediatamente. Estaría como un pez fuera del agua".
El primer ministro palestino Salam Fayyad, que hace poco fue a visitarlo, estimó que su historia "resume el combate de nuestro pueblo, su determinación de mantenerse en su tierra y de vivir con dignidad".
Finalmente, la Corte Suprema israelí falló en favor de Abú Samir, explicó su abogado, Hassan Darwish, constatando que desde 1979 su casa estaba registrada como se debe en el catastro israelí.
Por el contrario, la justicia israelí ya le había quitado parte de sus tierras antes de dejarlo separado del resto de su propiedad por la barrera de seguridad construída a partir de 2004.
"Cuando los israelíes vieron que había ganado el derecho a vivir en mi hogar, construyeron un muro alrededor de la casa", se lamentó.
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