Convencida de que las presiones políticas, el terrorismo y las guerras le dan energía para expresarse, la joven realizadora se considera una artista universal que quiere construir un mensaje "que se pueda transponer a todos los seres humanos". "Hago cine por muchas razones, entre otras para intentar reducir el sufrimiento humano", explicó a la AFP durante el Festival de San Sebastián.
Su vida está marcada por los conflictos en su país y sus películas abordan una violencia cruda a veces sorprendente para el espectador occidental, "acostumbrado a los filmes de Hollywood", que contrasta con la dulzura de esta joven vestida de negro y la cabeza cubierta.
El viernes presentó 'El caballo de dos piernas', un relato lleno de símbolos sobre la relación de dominación entre dos niños. El gobierno iraní no le dejó rodarlo en Irán alegando que el guión no respeta las reglas locales. Sin resignarse, Samira Makhmalbaf decidió filmarlo en el vecino Afganistán con actores no profesionales, como en sus obras anteriores. "Elegí este país por la proximidad lingüística y de los paisajes, aunque la película podría tener lugar en cualquier sitio", explica la cineasta, que no quiere comentar la situación en Irán: dice preferir explicarse a través de sus filmes.
Pero en Afganistán también tuvo altercados. "Un día de rodaje intenso, con 200 extras, una granada cayó al escenario, hirió a cinco de ellos y a mi asistente. Uno de ellos murió dos días después", relata. "Esta granada quería herir claramente, y gracias a los caballos (situados en la escena), que absorbieron la mayor parte de las esquirlas de la explosión, los daños no fueron mayores. Sin ellos, quizá hoy no estaría aquí", reflexiona.
Tras el incidente "las fuerzas de Naciones Unidas nos pidieron que nos fuéramos y decidí continuar el rodaje en otro lugar de Afganistán", explica la joven, dos de cuyos filmes ya han sido premiados en Cannes en 2000 y 2003.
Aunque no sabe quiénes fueron los autores del atentado, asegura que "hay gente que no quiere que la familia Makhmalbaf haga cine". Se refiere a su padre, el guionista y director Moshen Makhmalbaf, su madre, guionista, su hermana Hana, directora, y su hermano Maysan, productor.
Samira reconoce que quizá sea "más difícil ser una mujer que un hombre" a la hora de hacer cine en su país, "donde se considera que las mujeres no pueden ser creadoras", pero prefiere "olvidar" esto y seguir. Su sueño es "poder volver a rodar en Irán, ya que esto podría decir que hay más libertad de expresión, mejores condiciones de vida para todos, pero no me obsesiono con eso".