
Al menos cuatro altercados, con intercambio de puñetazos --uno de ellos estuvo a punto de degenerar en enfrentamiento armado-- se han producido en la región de Atmé, retaguardia de la rebelión en la provincia de Idleb (noroeste), indicaron a la AFP varios testigos y vecinos que requirieron el anonimato.
En la localidad de Qah, combatientes de Al Nosra detuvieron a un hombre por haber blasfemado tras un banal accidente de coche, y lo presentaron ante un tribunal islámico.
Pero el detenido era hermano de un respetado líder local, insurgente desde el inicio de la revuelta, que movilizó a decenas de hombres armados y logró secuestrar a un jefe local de la organización islamista.
Así, los habitantes de Qah pudieron negociar la liberación del vecino detenido. Solamente entonces pusieron en libertad al jefe de Al Nosra, no sin haberle cortado previamente su larga barba de salafista, según uno de los testigos del hecho.
En la vecina localidad de Atmé, los fieles impidieron a un jeque jordano de Al Nosra tomar la palabra en la mezquita. Aquí también, el enfrentamiento pudo degenerar. Otros dos incidentes similares se produjeron en Atmé y en Ad Dana.
"¿Quienes son para imponer su ley?"
El Frente Al Nosra conoció un fulgurante ascenso a partir de mediados de 2012, imponiéndose como punta de lanza de la rebelión, por encima de un Ejército Sirio Libre (ESL) considerado ineficaz y corrupto.
Al Nosra y sus voluntarios de todas las nacionalidades se habían ganado el respeto de muchos sirios en la zona rebelde, una admiración mezclada con temor e interrogantes sobre las reales motivaciones de este misterioso movimiento.
El Frente Al Nosra reivindicó centenares de ataques y decenas de atentados suicida en Siria. Estaría vinculado a Al Qaida en Irak, según Estados Unidos, que lo incluyó a mediados de diciembre en la lista de organizaciones terroristas.
En lugar de aislar a este grupo, la decisión de Washington generó en cambio una ola de simpatía general hacia estos combatientes: "todos somos de Al Nosra", proclamaron numerosos fieles a la salida de las mezquitas.
Pero las cosas están visiblemente cambiando.
"Cada día hay algún incidente con esta gente que quiere imponernos su forma de ser. Empiezan a plantearnos problemas", comentó a la AFP un notable de Atmé, el mismo que hasta hace no mucho tiempo consideraba a los combatientes de Al Nosra como los "únicos en ayudar a los sirios, ahora que todo el mundo nos ha abandonado".
Estas divergencias se cristalizan no por razones políticas sino por pequeñas banalidades cotidianas: un rostro lampiño, un cigarrillo encendido cerca de estos combatientes, o cualquier actitud que consideren "anti-islámica".
También molesta la invasiva presencia de algunos exaltados predicadores --a menudo no sirios-- en las mezquitas, como el jeque jordano de Al Nosra.
"Algunos de nosotros hemos sido tratados por ellos de infieles", se queja una respetada personalidad de Atmé. "¿Quiénes se creen que son para hablarnos así, para imponernos su propia ley en nuestra vida diaria?" se pregunta.
Hasta ahora, el Frente Al Nosra siempre había intentado ganarse la simpatía de los habitantes locales, gracias a la disciplina de sus combatientes, o a las actividades, ciertamente muy modestas aún, de su rama "humanitaria" Qism Al Ighata.
En la localidad de Qah, combatientes de Al Nosra detuvieron a un hombre por haber blasfemado tras un banal accidente de coche, y lo presentaron ante un tribunal islámico.
Pero el detenido era hermano de un respetado líder local, insurgente desde el inicio de la revuelta, que movilizó a decenas de hombres armados y logró secuestrar a un jefe local de la organización islamista.
Así, los habitantes de Qah pudieron negociar la liberación del vecino detenido. Solamente entonces pusieron en libertad al jefe de Al Nosra, no sin haberle cortado previamente su larga barba de salafista, según uno de los testigos del hecho.
En la vecina localidad de Atmé, los fieles impidieron a un jeque jordano de Al Nosra tomar la palabra en la mezquita. Aquí también, el enfrentamiento pudo degenerar. Otros dos incidentes similares se produjeron en Atmé y en Ad Dana.
"¿Quienes son para imponer su ley?"
El Frente Al Nosra conoció un fulgurante ascenso a partir de mediados de 2012, imponiéndose como punta de lanza de la rebelión, por encima de un Ejército Sirio Libre (ESL) considerado ineficaz y corrupto.
Al Nosra y sus voluntarios de todas las nacionalidades se habían ganado el respeto de muchos sirios en la zona rebelde, una admiración mezclada con temor e interrogantes sobre las reales motivaciones de este misterioso movimiento.
El Frente Al Nosra reivindicó centenares de ataques y decenas de atentados suicida en Siria. Estaría vinculado a Al Qaida en Irak, según Estados Unidos, que lo incluyó a mediados de diciembre en la lista de organizaciones terroristas.
En lugar de aislar a este grupo, la decisión de Washington generó en cambio una ola de simpatía general hacia estos combatientes: "todos somos de Al Nosra", proclamaron numerosos fieles a la salida de las mezquitas.
Pero las cosas están visiblemente cambiando.
"Cada día hay algún incidente con esta gente que quiere imponernos su forma de ser. Empiezan a plantearnos problemas", comentó a la AFP un notable de Atmé, el mismo que hasta hace no mucho tiempo consideraba a los combatientes de Al Nosra como los "únicos en ayudar a los sirios, ahora que todo el mundo nos ha abandonado".
Estas divergencias se cristalizan no por razones políticas sino por pequeñas banalidades cotidianas: un rostro lampiño, un cigarrillo encendido cerca de estos combatientes, o cualquier actitud que consideren "anti-islámica".
También molesta la invasiva presencia de algunos exaltados predicadores --a menudo no sirios-- en las mezquitas, como el jeque jordano de Al Nosra.
"Algunos de nosotros hemos sido tratados por ellos de infieles", se queja una respetada personalidad de Atmé. "¿Quiénes se creen que son para hablarnos así, para imponernos su propia ley en nuestra vida diaria?" se pregunta.
Hasta ahora, el Frente Al Nosra siempre había intentado ganarse la simpatía de los habitantes locales, gracias a la disciplina de sus combatientes, o a las actividades, ciertamente muy modestas aún, de su rama "humanitaria" Qism Al Ighata.