“Somos hijos de los invasores y de los invadidos y nos toca tener la sensibilidad de ambos” -1 de 2


William Ospina es poeta, ensayista y novelista colombiano. Nació en Padua, Tolima, en 1954. Comenzó a cursar estudios de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Santiago de Cali. Luego se retiró dedicándose por completo a la literatura y al periodismo. Vivió en Europa de 1979 a 1981; recorrió Alemania, Bélgica, Italia, Grecia y España. Regresó a Colombia en 1981 estableciéndose en la ciudad de Bogotá.



“Somos hijos de los invasores y de los invadidos y nos toca tener la sensibilidad de ambos” -1 de 2
En 1982 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo de la Universidad de Nariño, Pasto, con el ensayo Aurelio Arturo, la palabra del hombre. En 1986 publicó su primer poemario: Hilo de Arena. Fue redactor en la edición dominical del diario La Prensa de Bogotá de 1988 a 1989. En  2005 publicó su primera novela Ursúa. En 1992 obtuvo el primer Premio Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura. [Actualmente, escribe una columna semanal en el diario El Espectador. "A mí se me olvida siempre lo que he vivido... Nací en Colombia, en el centro del país, en la región de la Cordillera, en el Tolima, la zona cafetera del país que fue colonizada por los antioqueños en el siglo XIX. Viví mi infancia en pueblos de la Cordillera. Después me fui a vivir a Cáli. En Cáli, empecé a estudiar Derecho y Ciencias Políticas pero después me retiré para dedicarme a la literatura. Llevo aproximadamente treinta años dedicado a escribir y ya, eso es todo lo que recuerdo haber hecho. ¿También se dedica a dar clases?, No, sólo a contestar entrevistas."
A.O: Cuéntame, ¿cómo se siente por haber ganado el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos otorgado por el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, CELARG, a sabiendas de que es uno de los más importantes reconocimientos entregados en Latinoamérica, y en el que además compitió con casi trescientas obras de renombrados escritores de veintiún países?
W.O: He podido comprobar que es un premio muy apreciado y muy influyente. La reacción en Colombia, en América Latina y en España misma con respecto al premio es muy entusiasta, muestran mucho interés, la gente cree, discute y me parece que además lee los libros que ganan los premios. Para mí, sin duda, es el premio literario más importante que se concede en América Latina, de manera que no sólo es un honor muy grande recibirlo sino que también es una responsabilidad muy grande. Pues, en este caso, otros escritores colombianos lo han recibido, que por fortuna han sido mis amigos personales, tanto García Márquez como Manuel Mejía Vallejo y Fernando Vallejo, de manera que me siento en familia. Lo siguiente es que también es un premio exigente. No sólo la exigencia con respecto a lo que se ha hecho sino sobre todo la exigencia con respecto a lo que se hará, uno se siente en el deber de ser digno en lo que haga de eso.
A.O: Se ha generado cierta polémica aquí en Venezuela con relación a este premio. Hay un sector que señala que el premio está sesgado por una visión política, ideológica de manera que no hay objetividad en la asignación de jurados y al momento de evaluar las obras. ¿Usted qué opina?
W.O: Bueno, la verdad es que yo nunca pienso en mi obra literaria en términos de definiciones políticas ni de posiciones políticas, y creo que quien lo haga está siendo infiel a sus deberes literarios, no porque uno no pueda tener posiciones políticas, yo las tengo y nadie las ignora, sino porque a la hora de escribir uno no escribe para enseñar sino para aprender. Es decir, uno no escribe para decir lo que sabe sino para descubrir cosas y en esa medida la aventura literaria tiene que ser una aventura de investigación, de interrogación, más que una afirmación de verdades. Con respecto a la polémica me parece sana, toda polémica me parece sana. Hay posiciones encontradas y es importante que las cosas se discutan pero claro, yo no formo parte de esa polémica. Yo asumo que éste no sólo es un premio literario, sino que se me ha concedido por razones literarias.
A.O: Hablemos de su obra ganadora El país de la canela. Entendiendo que la novela narra hechos documentados ocurridos en la época de la Conquista española, ¿podría decir que su obra cuenta una realidad novelada, es una novela realista o más bien de ficción?
W.O: Para mí la ficción es uno de los elementos constitutivos de la realidad y a veces es de los elementos fundamentales de la realidad. Si a mí me preguntaran qué ha pesado más en la historia de la humanidad, si los ejércitos de Julio César o los ángeles yo no sabría responder porque ambos han tenido una presencia muy grande en la historia del mundo. Yo hablaba en estos días con otro periodista y le decía, no sabemos si los dioses griegos existieron pero la cultura griega que nació de esos dioses existe, los mitos griegos que nacieron de esos dioses y de esos cultos existen, las obras literarias, las obras musicales que nacieron de esas mitologías existen y llenaron la vida de millones de personas. Muchos discuten si existió Cristo o no existió pero nadie puede dudar de la importancia de la religión cristiana para el mundo, así como nadie puede dudar de la importancia del Islam. Ahí están los templos góticos, ahí están las mezquitas, ahí están las guerras religiosas incluso que llenan de realidades eso que originalmente pudo ser ficción. Entonces, ¿de qué esta hecha la realidad, de sueños o de cosas contundentes? Para nosotros Cervantes existe menos que Don Quijote y Don Quijote era un sueño,  Cervantes era un señor. Shakespeare existe menos que Hamlet, que Macbeth y Macbeth era un invento hecho de palabras. Yo creo que a la humanidad le gustan más los sueños que la realidad; la humanidad cree más en los sueños que en la realidad. Y los sueños duran más y terminan siendo más macizos que la realidad. Por ejemplo Hamlet está por todas partes, Shakespeare no está en ninguna, salvo en sus obras, incluso a veces dicen que ni siquiera existió y es fácil negar que existió, que era un señor de carne y hueso. En cambio no es fácil negarle la existencia a Hamlet o a Romeo y Julieta.
A.O: La travesía por el Amazonas organizada por Pizarro, la movilización de cientos de indígenas, el desplazamiento de esos pueblos originarios de las tierras donde nacieron hacia destinos inciertos, el sacrificio de miles de ellos... es decir, son datos muy crudos que muestran acciones bárbaras, desmedidas, despojadas de cualquier respeto y amor por la vida humana y evidentemente el pensamiento y el accionar eran violentamente sangrientos. En este sentido, ¿para usted como investigador lo importante es este proceso o más bien el fin último que se logró luego con la Conquista?
W.O: La verdad es que la historia está llena de datos atroces y de datos maravillosos. Esas conquistas de tierras como la Conquista de América significaron mucho sufrimiento para mucha gente, muchas arbitrariedades, muchas crueldades. Uno a veces casi no ve sino el costado cruel y salvaje pero yo creo que es importante hacer una mirada lo más compleja posible sobre esos hechos. Yo no creo que la Conquista haya sido una hazaña de paladines de la civilización trayendo una cultura a América, tampoco creo que haya consistido exclusivamente en un crimen, creo que hubo de lo uno y de lo otro. Para mí es maravilloso que detrás del avance de los conquistadores, de los Francisco Pizarro y Hernán Cortés, de las Casas y de los Alfinger, haya venido una legión de cronistas que estaban menos interesados en el oro, en las perlas y en las ciudades fantásticas, pero sí les interesaba nombrar todo ese mundo, asombrarse con él,  contar sobre los árboles, los pájaros, las montañas. Para mí el descubrimiento de una obra como la de Juan de Castellanos, el poeta, significó la revelación de una poesía de ese mundo, porque también hubo una poesía de la Conquista de América. Una poesía atroz, a veces dolorosa, pero también una poesía del asombro, del descubrimiento, de la revelación de un mundo y del esfuerzo de un mundo que venía de muy lejos por situarse y por arraigar en ese mundo nuevo.
Hoy América habla castellano. Yo a veces me digo que a mí me ha tocado la tarea de deplorar la Conquista de América en la lengua que nos dejó la Conquista de América, pero esa es una característica de la modernidad, eso de tener un poco el alma encendida que una siempre lo uno y lo otro. Nosotros somos hijos de los invasores y de los invadidos y nos toca tener la sensibilidad de ambas cosas. No para legitimar la invasión pero sí para valorar lo que fue y para saber que somos hijos de todo eso y que tampoco podemos pasar el resto de la eternidad combatiendo con nosotros mismos, con nuestra propia sangre. Yo creo que una vez que han pasado los hechos hay que arrojar una mirada comprensiva sobre ellos, para aprender qué no debió ser, qué no debe repetirse y para valorar qué ocurrió y saber qué hacer con ello. Entonces, la labor de los cronistas para mí fue fundamental, me he nutrido de ellos para contar estas historias y no quiero callar los hechos dolorosos, ni los hechos terribles, ni los hechos trágicos, como tampoco quiero callar los hechos maravillosos y los hechos verdaderamente fundadores de un mundo nuevo.
Lunes, 24 de Agosto 2009
Aporrea.org, Venezuela
           


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