Imagen del film Jules et Jim.
Tanto Romance en París como Jules et Jim se centran en Helen, la mujer de Hessel, y amante de Roché. Romance en París aborda el enamoramiento entre un alemán y Lotte "asombrosa y asombrada niña": el alemán es Hessel y el destinatario de su discurso, un francés, Claude, que no es otro que Henri-Pierre. La historia de Roché se fija en la relación triangular, aunque es Catherine (Helen) el núcleo de la pasión: ella quiere convertir en arte cada minuto y no puede adaptarse al deber ser de unas relaciones pequeño-burguesas que, sin embargo, confortan.
Traspasar límites entraña riesgos y ahí es donde Hessel y Roché se tornan moralistas: la muerte parece el destino de la mujer que desafía el matrimonio y Lotte, aunque irradia luz, es como la pupila de una novela dieciochesca de aprendizaje sentimental.
Roché y Truffaut comienzan donde Hessel termina. Pero hay diferencias: Hessel tiende a congelar la vivencia, a dar visiones estáticas de un tiempo que huye, a contemplar a Lotte en la inmovilidad del sueño, porque Romance en París, a través de la elegía amorosa, habla de la guerra.
Se acaba el tiempo de las memorias de Kiki de Montparnasse. Permanecer siempre en la misma postura, ser fiel a las notas, extraer el elixir de cada instante, son exigencias del miedo. Hessel es menos carnal que Roché, tan explícito en el relato de su sexualidad, que escandalizó a las mecanógrafas que transcribían su diario.
En Romance en París, el narrador de la historia y Lotte caminan sobre una ciudad viva, pero ellos nunca se besan. Hessel introduce complejidad en el platonismo: el amor es una emoción diferida entre dos hombres que se escriben y están eróticamente conectados a través de la misma mujer. Cuando el alemán conoce a Lotte, ella baila disfrazada de muchacho; Jeanne Moreau corre, travestida de varón, entre Jules y Jim
Si la experiencia vital se cuela en el arte, el arte también interfiere en la vida. No salimos ilesos de las palabras. La vida no son sólo sus textos, pero los textos forman inevitablemente parte de la vida. Hessel, Roché y Truffaut nos regalan el rostro de Jeanne y el miedo o el deseo de vivir cierto tipo de experiencia romántica.
Traspasar límites entraña riesgos y ahí es donde Hessel y Roché se tornan moralistas: la muerte parece el destino de la mujer que desafía el matrimonio y Lotte, aunque irradia luz, es como la pupila de una novela dieciochesca de aprendizaje sentimental.
Roché y Truffaut comienzan donde Hessel termina. Pero hay diferencias: Hessel tiende a congelar la vivencia, a dar visiones estáticas de un tiempo que huye, a contemplar a Lotte en la inmovilidad del sueño, porque Romance en París, a través de la elegía amorosa, habla de la guerra.
Se acaba el tiempo de las memorias de Kiki de Montparnasse. Permanecer siempre en la misma postura, ser fiel a las notas, extraer el elixir de cada instante, son exigencias del miedo. Hessel es menos carnal que Roché, tan explícito en el relato de su sexualidad, que escandalizó a las mecanógrafas que transcribían su diario.
En Romance en París, el narrador de la historia y Lotte caminan sobre una ciudad viva, pero ellos nunca se besan. Hessel introduce complejidad en el platonismo: el amor es una emoción diferida entre dos hombres que se escriben y están eróticamente conectados a través de la misma mujer. Cuando el alemán conoce a Lotte, ella baila disfrazada de muchacho; Jeanne Moreau corre, travestida de varón, entre Jules y Jim
Rostro de actriz
Intertextualidades o intervitalidades. Muchos textos, a través de la mímesis o de la reelaboración imaginativa, parten del meollo autobiográfico. Complementariamente, Helen-Lotte-Catherine siempre tendrá el rostro de Jeanne Moreau.Si la experiencia vital se cuela en el arte, el arte también interfiere en la vida. No salimos ilesos de las palabras. La vida no son sólo sus textos, pero los textos forman inevitablemente parte de la vida. Hessel, Roché y Truffaut nos regalan el rostro de Jeanne y el miedo o el deseo de vivir cierto tipo de experiencia romántica.