CARLES GELI - Barcelona - Esa figura desapareció prematuramente hace ahora 50 años, cuando también se cumplen cien de su nacimiento. Doble motivo para el Año Vicens Vives, que ayer abrió una conferencia del hispanista John Elliott y la exposición Jaume Vicens Vives y la nueva historia, en el Museo de Historia de Cataluña.
"La nueva generación de historiadores no ha de respetar jerarquía alguna, ni esconder defectos, ni escatimar méritos si quiere contribuir a la única historia de Cataluña que se puede aceptar: la que se desprenda de los documentos y del estudio cuidadoso de los sucesivos ambientes históricos". Es toda una declaración de principios del recién llegado Vicens Vives, en un artículo en 1935. Es decir, se propone "reconstruir la historiografía desde la profesionalidad y a partir del dato; quitarle amateurismo y sentimentalismo a la historia de Cataluña y restarle también ensayismo e ideología a la historiografía española", aclara Josep Maria Muñoz, comisario de una muestra que irá a Girona, Baeza, Sevilla, Zaragoza, Madrid, Valencia y Pamplona, gracias a la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y a la editorial Vicens Vives, fundada por sus sucesores.
Bien recoge esa actitud la muestra, pequeña pero rica en lecturas. No hay fotos en color ni filmaciones de Vicens Vives, ese joven apuesto, "sólo excesivo en sus jerséis", según Josep Pla, que le dedicó uno de sus Homenots; genio y figura que le llevó a polemizar con vacas sagradas como Ferran Soldevila y Antoni Rovira i Virgili.
Es una figura ascendente; tanto que, en 1937, le casa por lo civil el rector de la Universidad de Barcelona, Pere Bosch i Gimpera, si bien el día antes lo había hecho por la iglesia en el domicilio familiar de su esposa, Roser Rahola. Es quizá la mejor muestra de su pragmatismo, que con los años le llevará a ser un hombre-puente entre sensibilidades catalanistas y el régimen franquista. Lo recoge la exposición, donde pueden verse variopintos pésames tras su muerte: desde uno de Juan de Borbón a otro del presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, pasando por el comité de Barcelona de los rojos del PSUC.
Esa boda civil y el haber aceptado ser "comisario-director" de un instituto le valieron un expediente de depuración en 1939, que se saldó con dos años de suspensión de empleo y sueldo y su traslado a Baeza. Un antiguo profesor suyo, Antonio de la Torre, y el peaje de algún libro felizmente olvidado (como Política del Rey Católico en Cataluña) permitieron su reincorporación, que culminó con su plaza de catedrático en Zaragoza (1947) y Barcelona (1948), ambas por oposición.
"No era hombre de partido: tenía una personalidad demasiado fuerte, y no quería perder el tiempo lamentándose; buscó aliados de todo tipo y eso le lleva a convivir", destaca Muñoz. El comisario rememora que su catalanismo es cada vez más "importante y consciente", y que va acompañado de una "preocupación social muy acentuada" que convive con su convencimiento de que hacía falta "crear élites".
La luz llegó en 1950: su participación en un congreso en París le confirmó la necesidad de esa nueva mirada histórica. Una pequeña vitrina lo certifica: junto a un fichero todo lleno de datos están ya unos folios que darán paso a una historia más ensayística y de síntesis interpretativa, que traducirá en la labor de libros escolares para la editorial que creó en 1942, Teide. Hasta él mismo dejará la historia del siglo XV para publicar Aproximación a la historia de España y Notícia de Catalunya, que la censura retuvo año y medio y que, junto a Industriales y políticos del siglo XIX, serán tres de sus obras mayores.
Esos dos últimos libros, con nuevos prólogos, abrirán la recuperación de sus obras, algunas inéditas, como el facsímil del Atlas de la evolución de la humanidad (que pintó en 1940 y llegó a su discípulo Josep Fontana por un librero de lance) y un retrato del Vicens Vives político que empezó a gestarse en los 50, cuando Tarradellas pensó en él como hombre de enlace en el interior; o hasta un posible libro de correspondencia inédita (con Pla, Rafael Calvo-Serer, José Ferrater Mora...).
Un cáncer de pulmón le apartó de la vida con 50 años, pero ha quedado la labor "de un gigante", como le definó ayer el consejero de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresseras. Un gigante que tenía este lema: "Super Adversa Augeri". Sobreponerse a la adversidad. Siempre.
"La nueva generación de historiadores no ha de respetar jerarquía alguna, ni esconder defectos, ni escatimar méritos si quiere contribuir a la única historia de Cataluña que se puede aceptar: la que se desprenda de los documentos y del estudio cuidadoso de los sucesivos ambientes históricos". Es toda una declaración de principios del recién llegado Vicens Vives, en un artículo en 1935. Es decir, se propone "reconstruir la historiografía desde la profesionalidad y a partir del dato; quitarle amateurismo y sentimentalismo a la historia de Cataluña y restarle también ensayismo e ideología a la historiografía española", aclara Josep Maria Muñoz, comisario de una muestra que irá a Girona, Baeza, Sevilla, Zaragoza, Madrid, Valencia y Pamplona, gracias a la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y a la editorial Vicens Vives, fundada por sus sucesores.
Bien recoge esa actitud la muestra, pequeña pero rica en lecturas. No hay fotos en color ni filmaciones de Vicens Vives, ese joven apuesto, "sólo excesivo en sus jerséis", según Josep Pla, que le dedicó uno de sus Homenots; genio y figura que le llevó a polemizar con vacas sagradas como Ferran Soldevila y Antoni Rovira i Virgili.
Es una figura ascendente; tanto que, en 1937, le casa por lo civil el rector de la Universidad de Barcelona, Pere Bosch i Gimpera, si bien el día antes lo había hecho por la iglesia en el domicilio familiar de su esposa, Roser Rahola. Es quizá la mejor muestra de su pragmatismo, que con los años le llevará a ser un hombre-puente entre sensibilidades catalanistas y el régimen franquista. Lo recoge la exposición, donde pueden verse variopintos pésames tras su muerte: desde uno de Juan de Borbón a otro del presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, pasando por el comité de Barcelona de los rojos del PSUC.
Esa boda civil y el haber aceptado ser "comisario-director" de un instituto le valieron un expediente de depuración en 1939, que se saldó con dos años de suspensión de empleo y sueldo y su traslado a Baeza. Un antiguo profesor suyo, Antonio de la Torre, y el peaje de algún libro felizmente olvidado (como Política del Rey Católico en Cataluña) permitieron su reincorporación, que culminó con su plaza de catedrático en Zaragoza (1947) y Barcelona (1948), ambas por oposición.
"No era hombre de partido: tenía una personalidad demasiado fuerte, y no quería perder el tiempo lamentándose; buscó aliados de todo tipo y eso le lleva a convivir", destaca Muñoz. El comisario rememora que su catalanismo es cada vez más "importante y consciente", y que va acompañado de una "preocupación social muy acentuada" que convive con su convencimiento de que hacía falta "crear élites".
La luz llegó en 1950: su participación en un congreso en París le confirmó la necesidad de esa nueva mirada histórica. Una pequeña vitrina lo certifica: junto a un fichero todo lleno de datos están ya unos folios que darán paso a una historia más ensayística y de síntesis interpretativa, que traducirá en la labor de libros escolares para la editorial que creó en 1942, Teide. Hasta él mismo dejará la historia del siglo XV para publicar Aproximación a la historia de España y Notícia de Catalunya, que la censura retuvo año y medio y que, junto a Industriales y políticos del siglo XIX, serán tres de sus obras mayores.
Esos dos últimos libros, con nuevos prólogos, abrirán la recuperación de sus obras, algunas inéditas, como el facsímil del Atlas de la evolución de la humanidad (que pintó en 1940 y llegó a su discípulo Josep Fontana por un librero de lance) y un retrato del Vicens Vives político que empezó a gestarse en los 50, cuando Tarradellas pensó en él como hombre de enlace en el interior; o hasta un posible libro de correspondencia inédita (con Pla, Rafael Calvo-Serer, José Ferrater Mora...).
Un cáncer de pulmón le apartó de la vida con 50 años, pero ha quedado la labor "de un gigante", como le definó ayer el consejero de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresseras. Un gigante que tenía este lema: "Super Adversa Augeri". Sobreponerse a la adversidad. Siempre.