
Xi Jingping-a la izquierda-y Leon Panetta.
El actual vicepresidente chino, flanqueado por varios oficiales superiores del Ejército Popular de Liberación, estrechó la mano a Leon Panetta en el Palacio del Pueblo.
La anulación de varias citas de este tipo a primeros de mes, sin explicación, suscitó muchos rumores sobre su salud antes del congreso del Partido Comunista en octubre.
Xi Jingping, de 59 años, con traje azul oscuro y corbata azul celeste, parecía relajado y en forma.
Sonriente, se sentó al lado del jefe del Pentágono antes de comentarle que su presencia le recordaba su visita de febrero pasado a Estados Unidos.
"Deseo sinceramente que su visita sea un éxito y creo que será muy útil para hacer avanzar las relaciones de Estado a Estado y de militares a militares entre nuestros dos países", añadió el que aparece como sucesor del presidente Hu Jintao al frente del Partido Comunista.
"Es un honor poderle visitar aquí", respondió Leon Panetta, que expresó el deseo de discutir de la promoción de las relaciones de seguridad entre "dos grandes naciones del Pacífico".
Tras intensas especulaciones, sobre su salud en particular, y diez días de mutismo absoluto, Xi Jingping reapareció el sábado pasado en la Universidad de la Agricultura de Pekín, y la televisión lo mostró esa misma noche.
Con anterioridad había anulado varias citas oficiales, una de ellas con la secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton.
Responsables estadounidenses habían considerado alentadora la celebración de la reunión e indicaron que los esfuerzos para forjar un diálogo entre Estados Unidos y China son ahora regulares después de años de relaciones con altibajos con los responsables militares chinos.
La visita del jefe del Pentágono se produce en un momento de tensión entre China y Japón, que mantienen un pulso tras la nacionalización la semana pasada por Tokio de un pequeño archipiélago deshabitado del mar de China Meridional, reivindicado por los dos países.
Leon Panetta se reunió el martes con su homólogo chino, el general Liang Guanglie, que le afirmó que China se reserva el derecho de adoptar "medidas suplementarias" para hacer valer su soberanía sobre esas islas aunque desea una solución pacífica.
La anulación de varias citas de este tipo a primeros de mes, sin explicación, suscitó muchos rumores sobre su salud antes del congreso del Partido Comunista en octubre.
Xi Jingping, de 59 años, con traje azul oscuro y corbata azul celeste, parecía relajado y en forma.
Sonriente, se sentó al lado del jefe del Pentágono antes de comentarle que su presencia le recordaba su visita de febrero pasado a Estados Unidos.
"Deseo sinceramente que su visita sea un éxito y creo que será muy útil para hacer avanzar las relaciones de Estado a Estado y de militares a militares entre nuestros dos países", añadió el que aparece como sucesor del presidente Hu Jintao al frente del Partido Comunista.
"Es un honor poderle visitar aquí", respondió Leon Panetta, que expresó el deseo de discutir de la promoción de las relaciones de seguridad entre "dos grandes naciones del Pacífico".
Tras intensas especulaciones, sobre su salud en particular, y diez días de mutismo absoluto, Xi Jingping reapareció el sábado pasado en la Universidad de la Agricultura de Pekín, y la televisión lo mostró esa misma noche.
Con anterioridad había anulado varias citas oficiales, una de ellas con la secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton.
Responsables estadounidenses habían considerado alentadora la celebración de la reunión e indicaron que los esfuerzos para forjar un diálogo entre Estados Unidos y China son ahora regulares después de años de relaciones con altibajos con los responsables militares chinos.
La visita del jefe del Pentágono se produce en un momento de tensión entre China y Japón, que mantienen un pulso tras la nacionalización la semana pasada por Tokio de un pequeño archipiélago deshabitado del mar de China Meridional, reivindicado por los dos países.
Leon Panetta se reunió el martes con su homólogo chino, el general Liang Guanglie, que le afirmó que China se reserva el derecho de adoptar "medidas suplementarias" para hacer valer su soberanía sobre esas islas aunque desea una solución pacífica.