Cuzco, Peru
Dominadas por el barroco, impulsadas por la plata y el oro extraídos de las minas que las vieron nacer, las ciudades coloniales de Latinoamérica están cuajadas de mansiones de frescos patios y balcones enrejados, de calles de trazado rectilíneo, de grandes plazas porticadas, ricas catedrales y soberbios conventos que muy bien podrían estar en cualquiera de nuestras ciudades peninsulares.
Todas estas ciudades coloniales, desde el extremo meridional de los Estados Unidos hasta el Cono Sur, siguen un modelo muy similar: el que los españoles exportamos a América para poder vivir allí a imagen y semejanza de la vida en la península, y ejercer de forma eficaz el poder político, económico y religioso sobre el Nuevo Mundo.
1. Antigua (Guatemala)
Tres volcanes de más de 3.000 metros de altura son el telón de fondo de Antigua, una de las ciudades coloniales mejor conservadas de toda América Latina. Es la antigua capital de Guatemala, a menos de una hora en coche de la actual, Ciudad de Guatemala, y es una visita imprescindible en cualquier recorrido por el país. Antigua es una ciudad para pasear entre sus iglesias de la época de la colonización, sus grandes haciendas y sus pequeñas casas multicolores con jardines llenos de flores. En toda la ciudad está prohibida la modificación urbanística, incluidos los supermercados o los rótulos luminosos.
Su arquitectura colonial en estado puro le ha hecho merecedora del título de Patrimonio de la Humanidad. Los terremotos e inundaciones, frecuentes en la zona, no han podido con ella porque sus gobernantes y sus habitantes han reconstruido una y otra vez los edificios derribados. La belleza serena y colonial de Antigua está llamada a perdurar, a pesar de que el peligro de destrucción ya hizo que la Corona española trasladara la capital desde Antigua hasta Ciudad de Guatemala, a poco más de 40 kilómetros.
El paseo puede comenzar por el hermoso parque de la Antigua y comenzar por la Plaza Real, el Palacio de los capitanes, el Palacio del Ayuntamiento o la majestuosa catedral. Quienes precisen de una inspiración literaria para recorrer Antigua, le proponemos las Leyendas de Guatemala de Miguel Ángel Asturias, que nos remonta a los tiempos míticos de la ciudad.
2. Morelia (México)
En una colina que domina el Valle de Guanajuato, Morelia es una de las joyas coloniales de México. La capital de Michoacán presume de un casco antiguo de estilo castellano, una maravilla barroca de la época colonial que respira ambiente universitario y una intensa vida nocturna. Fue una de las primeras ciudades españolas de Nueva España (1537), bautizada en sus orígenes con el nombre de Valladolid. Hoy Morelia es una de las ciudades más agradables y limpias de México. Arquitectónicamente reúne lo mejor de los siglos XVII y XVIII, con un conjunto de mansiones restauradas, además de múltiples iglesias y edificios públicos. La mayoría están construidos en piedra color rosa y tienen fachadas decoradas con filigranas.
El trazado de la ciudad es octogonal, con una bella plaza central presidida por la catedral y un conjunto de arcos y fachadas barrocas de piedra rosa que invitan a pasear, a entrar en sus cafés y restaurantes o a curiosear entre los puestos de artesanía que venden cerámica, madera tallada, instrumentos musicales y dulces. Hay que pararse obligatoriamente ante la Catedral, el Colegio de San Nicolás -el más antiguo centro de educación superior del Hemisferio Occidental-, el Palacio Clavijero (un colegio jesuita de 1660, hoy convertido en Oficina de Turismo), el Convento de Santa Rosa, el Palacio de Gobierno, el antiguo convento de San Francisco y el acueducto, formado por 250 arcos. Es famoso también su invernadero de orquídeas, con 4.500 especies diferentes.
3. Cuzco (Peru)
Es la ciudad más antigua de América, un lugar que estaba ya habitado en el siglo X, mucho antes de que Pizarro y sus hombres llegaran, a mediados del siglo XVI. Situada en los Andes, está rodeada de vestigios arquitectónicos incas, como las murallas de Sacsayhuaman, el templo de Q'enqo, los baños del Inca en Tambomachay o el Valle Sagrado de los Incas. En Cuzco hay dos ciudades que conviven, integradas pero paralelas: la ciudad indígena, el ombligo del mundo inca, y la ciudad colonial, la que los españoles levantaron sobre la vieja Qosqo. El centro de los dos Cuzcos está en la Plaza de Armas (Huacaypata) donde se concentra la actividad de este extraño y mítico lugar de los Andes. En torno a ella, la Catedral y la iglesia de la Compañía (jesuitas) son el recuerdo vivo de aquellos tiempos de conquista y colonización.
La ciudad que hoy contemplamos es básicamente colonial, pero deja adivinar su base indígena en cada edificio. Es un auténtico placer pasear por sus callejuelas empedradas y observar con detenimiento sus iglesias católicas por las que asoman las grandes piedras incas, como en la iglesia de Santo Domingo, construido sobre el antiguo Templo del Sol. Cuzco es una ciudad de iglesias, conventos y residencias coloniales: la Casa de Garcilaso de la Vega Inca, la Casa de los Marqueses de Buenavista, la Casa de Diego Maldonado o la Casa de la Concha.
4. San Pedro de Atacama (Chile)
Hay en el mundo pocos desiertos tan rotundos y envolventes como el gran Salar de Atacama. En este horizonte del norte de Chile, pespunteado por el volcán Licancábur (5.916 metros) y el Parinacota, ya casi en la frontera con Bolivia, se encuentra San Pedro de Atacama. Se eleva a casi 2.500 metros de altitud y no llega a albergar a mil habitantes, pero es una ciudad histórica, fundada en 1450 y gobernada por los incas. Por aquí pasaron Diego de Almagro y Pedro de Valdivia hacia 1540 y establecieron en el pequeño pueblo una base de expediciones por el Alto Perú y el resto de Chile. Hoy es sobre todo una ciudad colonial meca de aventureros y de buscadores de sensaciones puras y extraordinarias.
Es la huella de la colonia la que convierte a San Pedro de Atacama en un lugar encantador en el que las calles son estrechas, muchas sin asfaltar aún, y las casas se hicieron de adobe por lo lejanas que se encontraban las canteras. En la plaza principal se encuentra la iglesia de San Pedro, la más grande y bella de la región y parada imprescindible para los visitantes. Es un magnífico ejemplo de la huella española en Chile, construida en 1641 y reconstruida en 1744.
5. Cartagena de Indias ( Colombia )
En la costa, en pleno trópico, Cartagena representa la imagen radiante del Caribe Colombiano. Su apasionante pasado colonial se deja entrever en sus calles, mansiones, fortines y fortalezas que han merecido la calificación de Patrimonio de la Humanidad. Sólo hay que pasearse entre sus plazoletas, claustros, balcones y pintorescas callejuelas para dejarse atrapar por sus encantos y revivir la historia, que aquí es larga e intensa. La ciudad aparece envuelta por gruesas murallas y también por muchas leyendas de piratas, de tesoros escondidos y de fortalezas inexpugnables -entre ellas el Fuerte de San Felipe de Barajas- que forman la base de cualquier lectura de esta ciudad llena de encanto tropical.
La vieja ciudad está tejida a base de plazuelas y callejones por los que los coches de caballos circulan de día y también de noche, cuando los faroles iluminan las plazas. Si entra al recinto amurallado por su puerta principal, la del Reloj, llegará a la Plaza de los Coches, donde antes se celebraba el mercado de esclavos. Desde aquí sólo hay que dejarse llevar e ir descubriendo claustros y casonas, la Catedral, la iglesia y el claustro de San Pedro Claver, la iglesia de Santo Domingo -la más antigua de la ciudad- y lo que antes fue el claustro de San Diego... De las antiguas casonas merecen especial atención el Bodegón de la Candelaria, hoy sede de un excelente restaurante, la Casa del Marqués de Valdehoyos, la Casa del Marqués de Premio Real, la sede del Museo del Oro y la Casa Skandia. Por la noche, la marcha se prolonga en los bares y terrazas de moda de las playas de El Laguito y Bocagrande, ajenas al ambiente colonial del centro de Cartagena.
6. Guanajuato ( Mexico)
Cervantes tiene un lugar especial en México: Guanajuato, una ciudad colonial Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988 que cada mes de octubre celebra un famoso festival cervantino. Guanajuato se diferencia del resto de urbes por su especial fisonomía que se adapta al terreno y permite tener incluso dos ciudades paralelas: la superficial y otra subterránea. La ciudad nació gracias al descubrimiento en 1558 de una de las minas de plata más ricas de América, la Mina de la Valenciana, que impulsó su crecimiento e hizo que se convirtiera en la ciudad más rica del siglo XVI. Aquel esplendor puede verse hoy en las hermosas mansiones coloniales, en el Mercado Hidalgo, en la Plaza de la Paz, en la Basílica, en el Museo Cervantes o en el Jardín de la Unión.
Construida a ambos lados de un desfiladero, es la ciudad perfecta para aquellos que gustan de caminar. Los paseantes deben acercarse al Callejón del Beso, donde suelen actuar grupos de estudiantinas (tunas). O pasar la tarde-noche en el Jardín de la Unión, verdadera plaza mayor rodeada de cafés y sombreada por enormes árboles. El paseo turístico por Guanajuato suele completarse con una visita al Monumento al Pípila, héroe de la independencia, para contemplar una hermosa panorámica de la ciudad, a la Alhóndiga de Granaditas, escenario de cruentas batallas durante la Guerra de la Independencia. Imprescindible también la visita al templo barroco de San Cayetano, al Museo y Casa de Diego Rivera, con cerca de 100 obras del genial pintor y al Teatro Juárez, construido en 1903 durante el porfiriato.
7. La Habana (Cuba)
La llamaron La perla del Caribe y fue durante siglos la principal ciudad de esta parte del mundo. De aquellos primeros tiempos de la presencia española en el Caribe ha quedado esa joya que es la Habana Vieja, una gran ciudad colonial en la que se suceden las mansiones, iglesias, plazas y fortines. La Habana Vieja es la memoria del país y de la ciudad, y en los últimos años presenta una cara renovada por un proceso de restauración que poco a poco ha ido rescatando algunos de los viejos edificios coloniales.
Fundada en 1519, La Habana pronto se convirtió en la llave del Nuevo Mundo. Conviene comenzar el recorrido en la plaza de Armas, rodeada por los palacios de los Capitanes Generales (convertido en museo de la Ciudad) y del Segundo Cabo; el castillo de la Real Fuerza (actual museo de Armas); el Templete y el palacio de los condes de Santovenia (convertido en hotel). A unos pasos está el otro gran conjunto colonial, la plaza de la Catedral donde, aparte del templo, se encuentran el palacio de los Marqueses de Aguas y las casas de Lombillo, del Marqués de Arcos y de Chacón. Muy cerca, la famosa Bodeguita del Medio es una escala obligada para probar la cocina criolla o beber el mejor mojito de Cuba. Después, ya sólo hay que perderse por sus calles - Oficios, Obispo, Mercaderes, San Ignacio...-. El paseo debe contemplarse con una visita a sus fortalezas, guardianas centenarias de la bahía: San Salvador de la Punta, Tres Reyes del Morro y San Carlos de la Cabaña.
8. Merida (Mexico)
A esta ciudad, en el corazón del Yucatán, casi todos los turistas van de paso. Situada en el transitado camino que va desde las playas del Caribe (Cancún, Riviera Maya, Cozumel) hasta las pirámides mayas de Chichén Itzá, es el complemento perfecto del viaje a la costa caribeña. Mérida es una auténtica joya colonial, con todo el encanto de una ciudad provinciana y tranquila a pesar del trasiego turístico. Fue fundada el 6 de enero de 1542 por el español Francisco de Montejo y cien familias españolas. Se construyó sobre la población maya de T'ho, también conocida como Ichcaanzihó o ciudad blanca y las piedras de la ciudad maya fueron utilizadas para construir los nuevos edificios
Hoy, Mérida es la capital del Yucatán, encantadora y acogedora como pocas. Su plano guarda todos los elementos coloniales de nuestro pasado, ordenada en cuadrícula y con una plaza mayor presidida por la catedral (la más antigua de México), el Convento de las Monjas (que servía para educar a las hijas de los conquistadores), el armonioso Palacio del Gobierno y un mercado municipal lleno de tipismo. El eje de la ciudad es sin embargo el Paseo de Montejo, un bulevar señorial, especie de Campos Elíseos de aire colonial, por el que se pasean sin prisa los meridanos entre las terrazas de sus cafés y restaurantes.
Todas estas ciudades coloniales, desde el extremo meridional de los Estados Unidos hasta el Cono Sur, siguen un modelo muy similar: el que los españoles exportamos a América para poder vivir allí a imagen y semejanza de la vida en la península, y ejercer de forma eficaz el poder político, económico y religioso sobre el Nuevo Mundo.
1. Antigua (Guatemala)
Tres volcanes de más de 3.000 metros de altura son el telón de fondo de Antigua, una de las ciudades coloniales mejor conservadas de toda América Latina. Es la antigua capital de Guatemala, a menos de una hora en coche de la actual, Ciudad de Guatemala, y es una visita imprescindible en cualquier recorrido por el país. Antigua es una ciudad para pasear entre sus iglesias de la época de la colonización, sus grandes haciendas y sus pequeñas casas multicolores con jardines llenos de flores. En toda la ciudad está prohibida la modificación urbanística, incluidos los supermercados o los rótulos luminosos.
Su arquitectura colonial en estado puro le ha hecho merecedora del título de Patrimonio de la Humanidad. Los terremotos e inundaciones, frecuentes en la zona, no han podido con ella porque sus gobernantes y sus habitantes han reconstruido una y otra vez los edificios derribados. La belleza serena y colonial de Antigua está llamada a perdurar, a pesar de que el peligro de destrucción ya hizo que la Corona española trasladara la capital desde Antigua hasta Ciudad de Guatemala, a poco más de 40 kilómetros.
El paseo puede comenzar por el hermoso parque de la Antigua y comenzar por la Plaza Real, el Palacio de los capitanes, el Palacio del Ayuntamiento o la majestuosa catedral. Quienes precisen de una inspiración literaria para recorrer Antigua, le proponemos las Leyendas de Guatemala de Miguel Ángel Asturias, que nos remonta a los tiempos míticos de la ciudad.
2. Morelia (México)
En una colina que domina el Valle de Guanajuato, Morelia es una de las joyas coloniales de México. La capital de Michoacán presume de un casco antiguo de estilo castellano, una maravilla barroca de la época colonial que respira ambiente universitario y una intensa vida nocturna. Fue una de las primeras ciudades españolas de Nueva España (1537), bautizada en sus orígenes con el nombre de Valladolid. Hoy Morelia es una de las ciudades más agradables y limpias de México. Arquitectónicamente reúne lo mejor de los siglos XVII y XVIII, con un conjunto de mansiones restauradas, además de múltiples iglesias y edificios públicos. La mayoría están construidos en piedra color rosa y tienen fachadas decoradas con filigranas.
El trazado de la ciudad es octogonal, con una bella plaza central presidida por la catedral y un conjunto de arcos y fachadas barrocas de piedra rosa que invitan a pasear, a entrar en sus cafés y restaurantes o a curiosear entre los puestos de artesanía que venden cerámica, madera tallada, instrumentos musicales y dulces. Hay que pararse obligatoriamente ante la Catedral, el Colegio de San Nicolás -el más antiguo centro de educación superior del Hemisferio Occidental-, el Palacio Clavijero (un colegio jesuita de 1660, hoy convertido en Oficina de Turismo), el Convento de Santa Rosa, el Palacio de Gobierno, el antiguo convento de San Francisco y el acueducto, formado por 250 arcos. Es famoso también su invernadero de orquídeas, con 4.500 especies diferentes.
3. Cuzco (Peru)
Es la ciudad más antigua de América, un lugar que estaba ya habitado en el siglo X, mucho antes de que Pizarro y sus hombres llegaran, a mediados del siglo XVI. Situada en los Andes, está rodeada de vestigios arquitectónicos incas, como las murallas de Sacsayhuaman, el templo de Q'enqo, los baños del Inca en Tambomachay o el Valle Sagrado de los Incas. En Cuzco hay dos ciudades que conviven, integradas pero paralelas: la ciudad indígena, el ombligo del mundo inca, y la ciudad colonial, la que los españoles levantaron sobre la vieja Qosqo. El centro de los dos Cuzcos está en la Plaza de Armas (Huacaypata) donde se concentra la actividad de este extraño y mítico lugar de los Andes. En torno a ella, la Catedral y la iglesia de la Compañía (jesuitas) son el recuerdo vivo de aquellos tiempos de conquista y colonización.
La ciudad que hoy contemplamos es básicamente colonial, pero deja adivinar su base indígena en cada edificio. Es un auténtico placer pasear por sus callejuelas empedradas y observar con detenimiento sus iglesias católicas por las que asoman las grandes piedras incas, como en la iglesia de Santo Domingo, construido sobre el antiguo Templo del Sol. Cuzco es una ciudad de iglesias, conventos y residencias coloniales: la Casa de Garcilaso de la Vega Inca, la Casa de los Marqueses de Buenavista, la Casa de Diego Maldonado o la Casa de la Concha.
4. San Pedro de Atacama (Chile)
Hay en el mundo pocos desiertos tan rotundos y envolventes como el gran Salar de Atacama. En este horizonte del norte de Chile, pespunteado por el volcán Licancábur (5.916 metros) y el Parinacota, ya casi en la frontera con Bolivia, se encuentra San Pedro de Atacama. Se eleva a casi 2.500 metros de altitud y no llega a albergar a mil habitantes, pero es una ciudad histórica, fundada en 1450 y gobernada por los incas. Por aquí pasaron Diego de Almagro y Pedro de Valdivia hacia 1540 y establecieron en el pequeño pueblo una base de expediciones por el Alto Perú y el resto de Chile. Hoy es sobre todo una ciudad colonial meca de aventureros y de buscadores de sensaciones puras y extraordinarias.
Es la huella de la colonia la que convierte a San Pedro de Atacama en un lugar encantador en el que las calles son estrechas, muchas sin asfaltar aún, y las casas se hicieron de adobe por lo lejanas que se encontraban las canteras. En la plaza principal se encuentra la iglesia de San Pedro, la más grande y bella de la región y parada imprescindible para los visitantes. Es un magnífico ejemplo de la huella española en Chile, construida en 1641 y reconstruida en 1744.
5. Cartagena de Indias ( Colombia )
En la costa, en pleno trópico, Cartagena representa la imagen radiante del Caribe Colombiano. Su apasionante pasado colonial se deja entrever en sus calles, mansiones, fortines y fortalezas que han merecido la calificación de Patrimonio de la Humanidad. Sólo hay que pasearse entre sus plazoletas, claustros, balcones y pintorescas callejuelas para dejarse atrapar por sus encantos y revivir la historia, que aquí es larga e intensa. La ciudad aparece envuelta por gruesas murallas y también por muchas leyendas de piratas, de tesoros escondidos y de fortalezas inexpugnables -entre ellas el Fuerte de San Felipe de Barajas- que forman la base de cualquier lectura de esta ciudad llena de encanto tropical.
La vieja ciudad está tejida a base de plazuelas y callejones por los que los coches de caballos circulan de día y también de noche, cuando los faroles iluminan las plazas. Si entra al recinto amurallado por su puerta principal, la del Reloj, llegará a la Plaza de los Coches, donde antes se celebraba el mercado de esclavos. Desde aquí sólo hay que dejarse llevar e ir descubriendo claustros y casonas, la Catedral, la iglesia y el claustro de San Pedro Claver, la iglesia de Santo Domingo -la más antigua de la ciudad- y lo que antes fue el claustro de San Diego... De las antiguas casonas merecen especial atención el Bodegón de la Candelaria, hoy sede de un excelente restaurante, la Casa del Marqués de Valdehoyos, la Casa del Marqués de Premio Real, la sede del Museo del Oro y la Casa Skandia. Por la noche, la marcha se prolonga en los bares y terrazas de moda de las playas de El Laguito y Bocagrande, ajenas al ambiente colonial del centro de Cartagena.
6. Guanajuato ( Mexico)
Cervantes tiene un lugar especial en México: Guanajuato, una ciudad colonial Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988 que cada mes de octubre celebra un famoso festival cervantino. Guanajuato se diferencia del resto de urbes por su especial fisonomía que se adapta al terreno y permite tener incluso dos ciudades paralelas: la superficial y otra subterránea. La ciudad nació gracias al descubrimiento en 1558 de una de las minas de plata más ricas de América, la Mina de la Valenciana, que impulsó su crecimiento e hizo que se convirtiera en la ciudad más rica del siglo XVI. Aquel esplendor puede verse hoy en las hermosas mansiones coloniales, en el Mercado Hidalgo, en la Plaza de la Paz, en la Basílica, en el Museo Cervantes o en el Jardín de la Unión.
Construida a ambos lados de un desfiladero, es la ciudad perfecta para aquellos que gustan de caminar. Los paseantes deben acercarse al Callejón del Beso, donde suelen actuar grupos de estudiantinas (tunas). O pasar la tarde-noche en el Jardín de la Unión, verdadera plaza mayor rodeada de cafés y sombreada por enormes árboles. El paseo turístico por Guanajuato suele completarse con una visita al Monumento al Pípila, héroe de la independencia, para contemplar una hermosa panorámica de la ciudad, a la Alhóndiga de Granaditas, escenario de cruentas batallas durante la Guerra de la Independencia. Imprescindible también la visita al templo barroco de San Cayetano, al Museo y Casa de Diego Rivera, con cerca de 100 obras del genial pintor y al Teatro Juárez, construido en 1903 durante el porfiriato.
7. La Habana (Cuba)
La llamaron La perla del Caribe y fue durante siglos la principal ciudad de esta parte del mundo. De aquellos primeros tiempos de la presencia española en el Caribe ha quedado esa joya que es la Habana Vieja, una gran ciudad colonial en la que se suceden las mansiones, iglesias, plazas y fortines. La Habana Vieja es la memoria del país y de la ciudad, y en los últimos años presenta una cara renovada por un proceso de restauración que poco a poco ha ido rescatando algunos de los viejos edificios coloniales.
Fundada en 1519, La Habana pronto se convirtió en la llave del Nuevo Mundo. Conviene comenzar el recorrido en la plaza de Armas, rodeada por los palacios de los Capitanes Generales (convertido en museo de la Ciudad) y del Segundo Cabo; el castillo de la Real Fuerza (actual museo de Armas); el Templete y el palacio de los condes de Santovenia (convertido en hotel). A unos pasos está el otro gran conjunto colonial, la plaza de la Catedral donde, aparte del templo, se encuentran el palacio de los Marqueses de Aguas y las casas de Lombillo, del Marqués de Arcos y de Chacón. Muy cerca, la famosa Bodeguita del Medio es una escala obligada para probar la cocina criolla o beber el mejor mojito de Cuba. Después, ya sólo hay que perderse por sus calles - Oficios, Obispo, Mercaderes, San Ignacio...-. El paseo debe contemplarse con una visita a sus fortalezas, guardianas centenarias de la bahía: San Salvador de la Punta, Tres Reyes del Morro y San Carlos de la Cabaña.
8. Merida (Mexico)
A esta ciudad, en el corazón del Yucatán, casi todos los turistas van de paso. Situada en el transitado camino que va desde las playas del Caribe (Cancún, Riviera Maya, Cozumel) hasta las pirámides mayas de Chichén Itzá, es el complemento perfecto del viaje a la costa caribeña. Mérida es una auténtica joya colonial, con todo el encanto de una ciudad provinciana y tranquila a pesar del trasiego turístico. Fue fundada el 6 de enero de 1542 por el español Francisco de Montejo y cien familias españolas. Se construyó sobre la población maya de T'ho, también conocida como Ichcaanzihó o ciudad blanca y las piedras de la ciudad maya fueron utilizadas para construir los nuevos edificios
Hoy, Mérida es la capital del Yucatán, encantadora y acogedora como pocas. Su plano guarda todos los elementos coloniales de nuestro pasado, ordenada en cuadrícula y con una plaza mayor presidida por la catedral (la más antigua de México), el Convento de las Monjas (que servía para educar a las hijas de los conquistadores), el armonioso Palacio del Gobierno y un mercado municipal lleno de tipismo. El eje de la ciudad es sin embargo el Paseo de Montejo, un bulevar señorial, especie de Campos Elíseos de aire colonial, por el que se pasean sin prisa los meridanos entre las terrazas de sus cafés y restaurantes.