Toledo, una lección de Historia abrazada por el Tajo


Con unos orígenes que se pierden en la Antigüedad, más de cien monumentos nacionales, tres culturas, docenas de particularismos y una orografía urbana laberíntica protegida por el Tajo, por más que visitemos Toledo siempre permanece inédita, guardando celosamente sus secretos.



Toledo
Toledo
Toledo, Javier Mazorra. -
Al contrario que otras ciudades Patrimonio de la Humanidad, en la antigua Toletum apenas sirven los mapas. Sólo son una mera referencia para que conozcamos lo imprescindible, sus grandes hitos en la historia del arte y desde ellos, nos dejemos llevar por nuestro instinto. La plaza de Zocodover sigue siendo, desde hace siglos, el lugar clave tanto para toledanos como forasteros. Su nombre (que significa mercado de animales) nos lleva a la cultura musulmana, pero como ocurre tantas veces en esta ciudad, sus orígenes son muy anteriores.
Tras la conquista de la ciudad por parte de los romanos, aquí se estableció el límite entre el Palacio del Gobernador y la población de origen carpetano, utilizándose posiblemente desde mucho antes incluso como mercado. Un uso que, según las crónicas, mantuvieron los visigodos antes que los musulmanes y que en tiempos de Enrique IV, ya en 1468, se establecería como feria franca, celebrándose cada martes del año. Antes de perderse por esa trama de callejuelas, pasadizos y minúsculas plazuelas, vale la pena entrar en el Museo de Santa Cruz, donde estaba precisamente el Palacio del Gobernador romano, que guarda muchas de las claves y tesoros para entender esta fascinante y siempre enigmática ciudad.

La Puerta de la Sangre

Pero antes hay que pasar por una puerta que ahora se llama de la Sangre porque sobre su arco se encuentra la capilla de la cofradía de la Preciosísima Sangre de Cristo. Aunque como delata el arco de herradura en el que se enmarca, tuvo un pasado y otro nombre, Bab al Yayl o Puerta de los Caballos. Y luego uno debería fijarse en el convento de Santa Fe, donde aparece el Apóstol Santiago. Una figura recurrente en toda la ciudad que no nos indica el Camino hacia Santiago sino los orígenes musulmanes del edificio.




Al final de la calle Cervantes se encuentra el antiguo hospital construido por orden del Cardenal Pedro González de Mendoza a principios del S.XVI sobre una antigua edificación visigoda posteriormente reutilizada por monjas benedictinas y que ahora alberga el museo provincial. Aunque su colección pictórica es excepcional, destacando obras de El Greco pero también de muchos de los pintores más importantes que trabajaron en Toledo, vale la pena centrarse en la sección arqueológica para ver hasta qué punto la mezcla de civilizaciones, culturas y estilos se superponen y marcan cada edificio, cada rincón de Toledo.
Desde hace poco tiempo se pueden ver además los restos encontrados en las importantes excavaciones realizadas en la Vega en torno a asentamientos visigodos. Al salir es difícil no reparar en la torre mudéjar del Convento de la Concepción. Si encontramos la forma de entrar en el edificio, volveríamos a descubrir un sinfín de estilos, épocas y leyenda, tan difíciles de descifrar como de resistirse a sus poderes de seducción. De alguna forma, siempre hay que fijarse un objetivo, un Ítaca como puede ser la Catedral o el Alcázar, que muy pronto reabrirá sus puertas convertido en uno de los Museos del Ejército más completos del mundo.

Salas de conciertos

A cada paso van surgiendo sorpresas. Ya sea entrando en uno de los muchos patios cargados de plantas y de restos arqueológicos. Fijándose en los curiosos nombres de las calles, mirando los remates de cada casa, cada edificio. De pronto, un pasadizo nos lleva a un palacio o a una antigua mezquita o a un baño. Había tantos monasterios e iglesias que muchos han encontrado otros usos. Así, la antigua iglesia mudéjar de San Vicente es ahora el Círculo de Arte, un centro de exposiciones, sala de conciertos y estupendo bar de copas. El antiguo convento de San Pedro Mártir forma parte de la Universidad de Castilla-La Mancha.




El de San Clemente es sala de exposiciones pero también centro del mazapán, una tradición recuperada, como la Universidad Lorenzana que ahora acoge el rectorado universitario. Vale la pena subir la escalinata y descubrir el no menos grandioso claustro neoclásico que esconde en su interior. No lejos de allí, una restaurada iglesia de jesuitas nos invita a conocer subiendo a sus torreones un Toledo desde el cielo, para luego sugerirnos una parada gastronómica en alguna de las terrazas de la plaza del Padre J. de Mariana.
Desde allí nuestros pasos nos llevan a una sinagoga, o a una iglesia donde se celebre una misa en rito mozarabe pero también a un nuevo gastrobar como el de Adolfo o una sala de exposiciones como la que se esconde en el interior de San Marcos. No hay que resistirse. A lo mejor al final del día no alcanzamos el destino que nos habíamos fijado pero no hay preocuparse porque nunca ha sido tan fácil llegar hasta Toledo y sólo hay que volver otra vez.
Miércoles, 5 de Mayo 2010
El Mundo, Madrid, España
           


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