'La vida loca', un documental de una hora y media que compite en la sección Horizontes de filmes latinoamericanos, dotado con 35.000 euros, surge de un reportaje fotográfico de 130 retratos de pandilleros que Poveda hizo en 2004 para la revista francesa Paris-Match. Ese trabajo llevó a Poveda, nieto de refugiados españoles que nació en Argelia y creció en París, a dedicar 16 meses a filmar el documental en el municipio de Soyapango de la capital salvadoreña y después a irse a vivir a El Salvador, donde empezó su carrera a comienzos de los años 80 durante la guerra.
Su objetivo es "mostrar cuáles son las causas de un fenómeno de esta importancia", que en El Salvador alcanza a 15.000 pandilleros de las maras 18 y Salvatrucha, 15.000 también en Guatemala, 35.000 en Honduras y 50.000 en Estados Unidos, según fuentes policiales citadas por Poveda.
Las maras centroamericanas, que se formaron en los años 80 en Los Ángeles con la llegada de refugiados de la guerra para defenderse de las pandillas chicanas, "son un peligro para toda la sociedad", sostiene. Pero la solución no es la represión que se practica, sino la rehabilitación, y aunque "tienen una vida muy difícil de recuperar", Poveda defiende "por lo menos un trabajo de prevención para que no haya una segunda generación de pandillas".
"No se puede considerar sólo como un problema de delincuencia, sino como un fenómeno social, y hay que tratarlo así", estima, ya que a los asesinatos, la delincuencia, las extorsiones y el tráfico de drogas se añade que se trata de jóvenes abandonados por sus familias, pobres y marginados, "consecuencia de años de dictaduras que llevaron a la guerra". Y la prueba de que "la represión que se practica en Centroamérica no funciona" es que "cada año mueren más jóvenes y a la vez el número de pandilleros aumenta", alega.
Los gobiernos centroamericanos "no hacen absolutamente nada" al respecto. Las autoridades salvadoreñas no tienen planes de rehabilitación y "no hay ningún trabajo de prevención", mientras Estados Unidos sólo "da fondos para mantener las políticas represivas", arguye Poveda.
Su objetivo es "mostrar cuáles son las causas de un fenómeno de esta importancia", que en El Salvador alcanza a 15.000 pandilleros de las maras 18 y Salvatrucha, 15.000 también en Guatemala, 35.000 en Honduras y 50.000 en Estados Unidos, según fuentes policiales citadas por Poveda.
Las maras centroamericanas, que se formaron en los años 80 en Los Ángeles con la llegada de refugiados de la guerra para defenderse de las pandillas chicanas, "son un peligro para toda la sociedad", sostiene. Pero la solución no es la represión que se practica, sino la rehabilitación, y aunque "tienen una vida muy difícil de recuperar", Poveda defiende "por lo menos un trabajo de prevención para que no haya una segunda generación de pandillas".
"No se puede considerar sólo como un problema de delincuencia, sino como un fenómeno social, y hay que tratarlo así", estima, ya que a los asesinatos, la delincuencia, las extorsiones y el tráfico de drogas se añade que se trata de jóvenes abandonados por sus familias, pobres y marginados, "consecuencia de años de dictaduras que llevaron a la guerra". Y la prueba de que "la represión que se practica en Centroamérica no funciona" es que "cada año mueren más jóvenes y a la vez el número de pandilleros aumenta", alega.
Los gobiernos centroamericanos "no hacen absolutamente nada" al respecto. Las autoridades salvadoreñas no tienen planes de rehabilitación y "no hay ningún trabajo de prevención", mientras Estados Unidos sólo "da fondos para mantener las políticas represivas", arguye Poveda.